DARKSOLER: EL AUGURIO DE LOS BARDAR HU (CAPÍTULO 2)

 

CAPITULO II

EL AUGURIO DE LOS BARDAR HU


Lo que mas molestaba a Dalemoon de la vida con los Bardar Hu, era el olor de los animales muertos, realmente su labor cortando, secando y cosiendo pieles era para ella algo agradable; podía trabajar bajo techo todo el día, nadie la molestaba ni supervisaba su labor, y si se esforzaba en terminar pronto su trabajo, podía ver a su pequeño hijo sentado en el pórtico de la cabaña de Ci-lavok mientras este ultimo lo instruía en las historias y tradiciones del pueblo bárbaro.

Había trascurrido casi seis años desde el nacimiento del pequeño Darksoler. El mismo Darkozahr había escogido el nombre para recordar a todos la maldición que portaba el pequeño. En ese tiempo, la vida de la muchacha de las tierras de Lowathan había vuelto a cambiar, su cuerpo antes hermoso se había envejecido rápidamente, su salud era cada día peor, y las golpizas que le propinaba Darkozahr no la ayudaban a mejorar.

Su esposo había escogido a otras concubinas, e incluso se habría olvidado de ella relegándola a la sucia labor de preparar las pieles de los cazadores si los hijos que le daban sus nuevas esposas no fracasaran uno tras otro la prueba del lago. Por lo tanto, la maldición del día en que el sol se puso negro, aun anunciaba que la sangre de Darkozahr dejaría de reinar entre los Bardar Hu antes de que pasara una generación, y eso atormentaba al líder bárbaro a tal punto, que de no ser por la prohibición a los jefes Bardar de derramar su propia sangre, ya habría acabado con la vida de su hijo menor. De momento se conformaba con amargar su existencia a través de cuanta humillación podía hacerle a su madre, había empezado quitándole las pieles de lobo que la identificaban como esposa del rey de la tribu para entregársela a la primera concubina que pudo traer en una incursión a las tierras mas allá del río, luego la había sacado de su casa para enviarla a vivir con las mujeres encargadas de preparar las pieles, y él personalmente se ocupaba de que su parte del trabajo fuera mayor que la de las otras, Además aun le quedaba la ligera satisfacción que obtenía al golpearla cada vez que le daba un motivo, pero ya veía la reacción de ira que despertaba esto en su pequeño vástago, y él mas que nadie sabia que los niños se hacían hombres en muy poco tiempo en aquellas tierras montañosas, así que debía tener un ojo abierto para vigilar al pequeño Darksoler, no fuera a suceder que un día, el niño decidiera cobrarle cada acto de violencia sobre su madre. 

Mientras las estrellas seguían su celestial camino, el pequeño Darksoler había crecido fuerte y sano, su cabello tenía el tono rubio claro del de su madre, en ves del rojizo de Darkozahr. Y sus ojos eran de un azul brillante, similar al del cielo durante la más clara mañana de verano, en lugar de la gélida mirada que compartían su padre y su hermano. Su cuerpo era fuerte y elástico, y sus brazos ya empezaban a desarrollar la fuerza necesaria para las proezas físicas que deben realizar los que sobreviven en los territorios montañosos. Gran parte de ese desarrollo sano se debía a los intensos ejercicios diarios a los que Ci-lavok sometía al pequeño durante las primeras horas del día para relajar su inquieta juventud lo suficiente para que el niño escuchara la instrucción de cada mañana sin hacerle tantas preguntas.

-       ¿todo el mundo es tan frío como estas montañas? – fue la pregunta de Darksoler esa mañana.

-   No pequeño sol – respondió Ci-lavok con la paciencia que caracteriza a los verdaderos maestros. – El mundo en que vivimos es vasto y complejo, sus tierras y habitantes varían tanto como las formas de los copos de nieve durante el invierno. – verás, al este de estas montañas se extiende una llanura casi interminable, mas allá de ella, hay unas cuantas ciudades ricas y poderosas, donde los guerreros son fuertes y la magia fluye como el agua en nuestros ríos, pero son asolados por horrendas criaturas, los hombres toro, que viven en una helada isla de tamaño gigantesco, eso lo sé por que lo he visto. He escuchado que al sur hay grandes selvas, y peligrosas islas antes de llegar a un grupo de reinos tan ricos como nunca se han visto, hacia el oeste está gran el océano, es como un lago gigantesco que conecta casi todas las tierras del mundo, en estos lugares, la temperatura varía, en algunos hace tanto o mas frío que aquí, pero en otros, no es así.

-       Pues cuando yo sea rey de los Bardar Hu, llevaré a la tribu a un sitio donde nunca haga frío, un sitio donde no caiga esta molesta nieve. –

-       ¡Calla Darksoler! – lo reprendió el anciano – recuerda siempre esta instrucción y jamás repitas lo que has dicho. Tú nunca serás rey de los Bardar Hu. Tu destino no se encuentra en estas montañas, es por eso que debes aprender todo lo que digo y mantener la mente abierta, así podrás sobrevivir en la tierra exterior.-

-       pero, si no voy a liderar a la tribu, ¿por que me haces entrenar esgrima cada día?, siempre creí que lo hacia por que el jefe de Bardar debe ser el mejor luchador.- interrogó el niño al anciano manco.

-   pequeño, en todos lados, es valioso un buen guerrero, aun más que una buena espada. – respondió Ci-lavok. – ahora, levanta ese bastón es hora de continuar la practica.-

-       esto no es una espada… - se quejo el niño levantando el pesado bastón de madera ennegrecida que debía emplear a diario en sus practicas de esgrima con el anciano. – Dark-axtorm usa una espada de verdad, yo quiero usar una también.-

-       ¡Pon atención niño! – reprendió con severidad el anciano al tiempo que tomaba del suelo junto a sus pies un bastón idéntico al del pequeño. – cuando un guerrero ha perdido su arma, sea esta un hacha, una espada o una laza, lo mas probable, es que solo tenga a mano un palo, y eso debe bastarle para acabar a su enemigo. – El anciano puntualizó la oración amagando un ataque al brazo derecho del niño, solo para frenarlo en el último segundo y cambiar de dirección hacia su cabeza, golpearlo en la coronilla y rebotar hacia su pierna izquierda. El chico cayó al suelo adolorido. 

Tendría que sobreponerse al dolor para completar la instrucción de aquel día, pero incluso eso hacia parte de lo que debía dominar antes de cumplir los seis años, edad en la cual los hombres fuertes de la tribu deben salir en su primera jornada de cacería y patrulla.

Cuando los guerreros volvieron, al caer la tarde, Darksoler aun practicaba con el bastón de madera, solo que ahora lo hacia en solitario. La fila de bárbaros que volvía a la villa después de varios días de marcha lo miraba entre divertida y admirada. Eran hombres fuertes, altos y fieros, vestidos con gruesas pieles y armados con hachas, espadas y lanzas, muy pocos tenían arcos cortos, pues los Bardar Hu consideraban que era algo cobarde eliminar a un enemigo a la distancia sin darle la oportunidad de acabar con la vida de su atacante. Aun así, no desestimaban del todo la importancia del arco en la cacería, sobre todo a la hora de enfrentar a criaturas capaces de volar o de nadar, empresas ambas imposibles para ellos. Ante estos guerreros, capaces de atemorizar a enemigos con valor forjado en el fuego del combate, debía parecerles admirable la imagen de un pequeño niño repitiendo una y otra vez un sin numero de posiciones marciales. Incluso, la mirada llena de admiración de algunos se dirigió por momentos a Darkozahr, pero a este, la escena solo le traía malos recuerdos, así que decidió acabar con ella de una vez.

-       Darksoler… – Gritó el jefe bárbaro al infante en el momento en que este ultimo ejecutaba varios movimientos de elevada complejidad. - ¿Por qué no me muestras si todo lo que has aprendido sirve para algo en realidad? –

La pregunta dejó perplejo al niño, no entendía que quería decir su padre con aquello, el jefe bárbaro rara vez había mostrado algún interés en el, salvo en aquellas ocasiones en que se había cruzado en su camino cuando el rey se hallaba bebiendo, el niño había salido duramente golpeado en esas circunstancias, y había aprendido a evitar a su padre en la medida de lo posible.

-   ¡Vamos pequeño renacuajo hijo de mujer débil! – arengó Darkozahr al niño mientras se acercaba a su hijo mayor y apoyaba una mano en el hombro de este. – Ataca a Dark-axtorm para ver si en verdad haces algo con el viejo manco aparte de perder el tiempo. –

El combate era absolutamente desigual, aunque Darksoler era alto para su edad, su hermanastro contaba con casi veinte años, y era un guerrero con probada experiencia en el campo de batalla, eso sin contar con que media dos metros con veinte centímetros y su peso estaba alrededor de los ciento treinta kilos.

-       Ven pequeño, atácame si te atreves… - expresó Dark-axtorm con tono burlón. – De lo contrario, tu madre pagara las consecuencias de haber engendrado a un cobarde. –

Aquella frase casi cegó de ira a Darksoler, el niño cargó contra su hermano con el bastón en alto al tiempo que soltaba con fuerza el grito de guerra de la tribu, aquel que según le habían enseñado, plantaba el temor en el corazón de los hombres. La carrera hacia su enemigo terminó en un hermoso salto buscando golpear el cráneo de Dark-axtorm con su bastón.

El heredero al trono de los Bardar Hu, no tuvo siquiera que desenvainar la pesada espada larga que pendía de su cintura, ni siquiera se esforzó en esquivar el ataque del niño, solo elevo su pierna derecha para conectar una patada frontal en el estomago del infante, eso solo habría bastado para terminar el desigual combate, Darksoler había volado en dirección contraria a su carrera por varios metros antes de aterrizar doblado en dos sobre si mismo intentando recuperar el aire, cuando su hermanastro lo pateo nuevamente, esta vez en la cara. El pequeño perdió el sentido de inmediato, a medida que la marcha de guerreros cruzaba a su lado, solo hubo un gesto dirigido hacia el. Cuando su padre cruzó a su lado, lo escupió.

A la semana del combate contra su hermano, Darksoler se había recuperado casi totalmente, para entonces también había aprendido dos cosas sobre su técnica de combate, la primera era que ya no creía que el grito de guerra Bardar sirviera para algo, a menos claro que uno estuviera acompañado de treinta bárbaros que gritaran al unísono y atacaran a un enemigo en desventaja. La segunda era más valiosa en cuanto a táctica y estrategia, a partir de ahora, no volvería a entrar a un combate en el que él no pusiera las condiciones de este. Había sido tan tonto como para atacar a Dark-axtorm cuando este quiso, con el arma que le habían dado y sin oportunidad de sorprenderlo. Eso no debía volver a pasar.

Aquella mañana, cuando se presentó ante Ci-lavok, después de tomar el desayuno con su madre y de constatar que las marcas de la paliza mas reciente, empezaban a desaparecer del rostro de Dalemoon, halló al anciano manco afuera de la cabaña, en su única mano empuñaba un látigo que movía hacia delante y hacia atrás como si se tratara de una serpiente, de pronto con un movimiento de su brazo, el anciano logró rodear con la punta del látigo un pequeño tronco clavado en el suelo a un par de metros de distancia, que servia de blanco. Con otro movimiento tiró del látigo haciendo que el tronco saltara por el aire.

Darksoler era un muchacho brillante, contrario a la idea del bárbaro común, era un sujeto astuto, tenia la mente simple de su tribu, pero no por eso desechaba los conceptos nuevos, y la sola visión de un látigo en uso, le trajo a la mente la infinidad de aplicaciones que podría tener.

-       Ci-lavok, ¿se tarda mucho en aprender a utilizar esa arma? – Preguntó el niño.

-       Tardaras lo que halla que tardar – respondió el anciano – pero no te preocupes, tienes tiempo todavía. –

Así fue como desde aquel día, el hijo de Dalemoon dedicó una hora diaria a aprender a utilizar el látigo, eso le salvaría la vida en numerosas ocasiones en el futuro.

 

Al cumplir los seis años de edad, todo varón Bardar Hu debe salir en su primera expedición de cacería y patrulla, por supuesto esto no es mas que un ejercicio para ir preparando al joven guerrero, y nadie espera de el un comportamiento especialmente valiente. Este era el motivo que reunía a Darksoler, su hermano Dark-axtorm y cuatro muchachos mas, de los cuales el mayor tendría quince años, en torno a la boca de una cueva a medio día de marcha desde el poblado Bardar. El clima había estado calmado toda la mañana, y aunque se veían negras nubes en el cielo, todos esperaban salir de aquella situación antes de que empezara a nevar.

-    muy bien guerreros. – exclamó con orgullo Dark-axtorm al pequeño grupo de muchachos que lo acompañaba. – si hemos leído bien las huellas, la madre lobo, no está dentro de la cueva, solo los cachorros. Su labor es ir por esas pieles, serán un buen tesoro para llevar a la tribu durante la lectura del los augurios del fuego, esta noche. –

-       ¿Estás seguro  de eso? – Preguntó Razkahr, el siguiente al mando después de Dark-axtorm, un joven de anchos hombros que siempre llevaba el cabello cortado al rape desde que en una incursión contra unos granjeros del sur, uno de ellos lo sujetó de la trenza y lo habría degollado de no ser por la pronta intervención de Darkozahr.

-       Pierde cuidado Razkahr – respondió el primogénito del rey – tu te quedaras conmigo cubriendo la entrada a la cueva, esta es una oportunidad para los mas jóvenes –

El grupo al que se refería Dark-axtorm estaba conformado por su hermanastro y otros tres niños, de ellos el mayor era Killthoc, un muchacho de nueve años y cabello negro a quien un tigre de la nieve había atacado cuando era un recién nacido, los guerreros de la aldea habían dado muerte al animal, pero el muchacho aun exhibía, no sin cierto orgullo, la cicatriz de los dientes del felino en su pierna derecha, Killthoc estaba armado con dos pequeñas hachuelas y su padre le había confeccionado una rustica armadura de piel; le seguía en edad Fweutan; con solo ocho años, era de fuerte constitución, y ya tenia una sólida reputación como luchador entre los niños del clan, para la cacería, el chico había llevado una lanza y un grueso puñal con cacha de hueso. Por ultimo estaba Quarthan, quien tenia la misma edad de Darksoler, y llevaba el mismo armamento que el hijo de Dalmoon, es decir espada corta y dos dagas de lanzamiento perfectamente equilibradas, era un niño menudo y delgado, algo enfermizo, pero sin lugar a dudas, temerario. La única diferencia entre su armamento y el del hermanastro de Dark-axtorm era que carecía del látigo de cuero seco que Darksoler  llevaba atado a la cintura.

-   Darksoler…- gritó el primogénito de Darkazahr llamando a su hermano – tu lideraras el grupo, considérenlo un ejercicio de combate, triunfaran si neutralizan toda amenaza en la cueva y podemos llevarnos las pieles a la aldea.-

-       Bien, lo haremos, solo necesito un par de antorchas de las que llevas en la mochila – respondió con orgullo el muchacho de cabello rubio.

De pronto una idea brilló en la mente de Dark-axtorm, quien sonrió con calma a su hermano.

-       ya es hora de que se habitúen al combate nocturno, entren sin las antorchas –

-    ¿estás loco? – susurró Razkahr al oído del líder de la expedición – sin luz no tendrán oportunidad allí dentro.-

-    Tranquilo guerrero – respondió – no hay peligro en esa cueva, la madre de los cachorros no está, solo deben enfrentar a su propio miedo.

Los valientes niños no protestaron las órdenes del líder de la cacería, esto estaba en contra de cualquier ley. Se organizaron por parejas Darksoler decidió cubrir el flanco derecho de la cueva con Quarthan, mientras Killthoc y Fweutan se hacían cargo del izquierdo. Marcharon lentamente hasta la boca de la cueva y una vez allí, prepararon sus armas, el joven príncipe Bardar desenvainó la espada corta y la sostuvo con la mano derecha, mientras que con la izquierda tomaba una de las dagas de lanzamiento, el grupo avanzo despacio hasta que la poca luz que se filtraba de la entrada fue insuficiente para distinguir la palma de la mano de un gigante de hielo frente a la propia cara, por fortuna la cueva era lo suficientemente amplia como para permitirles andar, y no tenían que gatear por ella.

En la oscuridad, Quarthan y Fweutan, quienes encabezaban la marcha, blandían despacio sus armas frente a ellos, más para evitar golpear algún obstáculo que para sorprender a un enemigo.

Darksoler no supo nunca si el rugido sonó antes o después del grito de Quarthan, lo cierto es que sintió un amasijo de cuerpos frente a él, y mas por instinto que por instrucción, pegó su espalda al muro que tenía a su derecha y extendió frente a sí la espada corta con la esperanza de que esta detuviera cualquier peligro. Frente a él, escuchó un grito, pero no pudo deducir si pertenecía a Killthoc, o a Fweutan; entonces todo ocurrió con mayor rapidez, había ruidos de una frenética lucha a su derecha, y furiosos gruñidos del frente, como si una fiera estuviera desgarrando algo con los dientes, y Darksoler sintió que la punta de su espada tocaba algo, el reflejo del niño fue lanzar la daga que sostenía con la mano izquierda en la dirección de su espada, y la acción fue seguida por el aullido de dolor de un lobo.

Los gritos y el ruido llenaron de miedo al pequeño bárbaro de solo seis años de edad, Darksoler avanzó un par de pasos para asegurarse de que lo que fuera que había alcanzado con su daga, estaba muerto, a sus pies sintió el cadáver de un lobo, con su pie calzado en botas de piel, sintió que el animal no respiraba, y de pronto escucho  frente a el, donde deberían estar Killthoc y Fweutan el sonido de un cuerpo pesado al rozar la roca, el hijo de Dalemoon lanzó una estocada frente a el con la espada corta justo al mismo tiempo en que una pesada masa de pelos lo derribaba. Pensó que ese era el final de todo, y cuando sintió la espesa sangre correr por sobre el, llegó a creer que estaba muerto y que por eso no sentía dolor, pero una vez que el miedo cedió, buscó a tientas el filo de su espada y lo halló clavado en el pesado cuerpo canino que lo oprimía al suelo. Con dificultad, logró rodar hacia un lado para zafarse del abrazo en que lo tenía aquel lobo y debió utilizar toda su fuerza para sacar la espada del cuerpo de este.

 Darksoler no esperó mas, su partida de caza se había transformado en una emboscada y necesitaba ayuda con urgencia, se dirigió sin demora hacia donde su instinto le indicaba que quedaba la entrada de aquel infierno y sintió un alivio cuando vio la luz de la entrada y pudo estar seguro que no había mas peligros acechando en la oscuridad. Una vez afuera, lo primero que notó fue su cuerpo cubierto de sangre. Dark-axtorm y Razkahr corrieron hacia él en cuanto lo vieron.

-    ¿Qué pasó allá adentro?, ¿Dónde están los otros? – interrogó Dark-axtorm a su hermano al tiempo que Razkahr encendía una antorcha con ayuda de un pedazo de pedernal.

-       Están muertos o heridos, mas te vale que me acompañes a buscarlos si no quieres que sus espíritus vengan por ti esta noche. – fue la respuesta del niño de cabello color oro.

La petición del pequeño no debió esperar para ser cumplida, no por que Dark-axtorm temiera a unos espíritus que nunca había visto, si no por que era responsable ante los otros guerreros de la tribu por su partida de cacería, y no quería parecer incompetente ante ellos.

Cuando los tres muchachos entraron a la cueva, los dos mayores portaban sendas antorchas y empuñaban sus espadas largas, pero ninguno sostenía su arma con la seguridad que lo hacia el pequeño bárbaro, quien encabezaba la marcha. El espectáculo que iluminaban las flamas era sorprendente, después de describir un giro a la derecha, la cueva se ampliaba. En el muro de la izquierda se hallaban los cadáveres de Killthoc y Fweutan, el primero había sido atravesado por la lanza de su compañero, probablemente en un ataque de pánico, y este mostraba la garganta destrozada por poderosos colmillos; hacia el centro de la estancia, un poderoso lobo de pelaje gris, con las fauces manchadas en sangre, exhibía una profunda puñalada a la altura del pecho, debía tratarse del asesino de Fweutan, quien había muerto atravesado por la espada corta de Darksoler al saltar sobre el. Un poco mas adelante se veía una hembra de lobo con el pelaje negro, yacía muerta sobre el suelo con una daga en su ojo derecho.

Al extremo final de la cueva se acurrucaban cinco cachorros asustados por la luz de las antorchas. Los muchachos avanzaron hacia ellos lentamente hasta que la luz iluminó un desnivel en el lado derecho del suelo, se trataba de una hendidura de al menos tres metros de profundidad que ocupada casi todo este lado de la cueva, en el fondo se encontraba un tercer cadáver de lobo, este con el cráneo atravesado por la espada corta de  Quarthan, el joven guerrero se hallaba inconsciente a unos pocos pasos de los restos de su rival con una herida a la altura de su antebrazo izquierdo, su pierna describía un ángulo imposible para cualquier articulación humana. Durante la entrada a la cueva, el niño había caído en la hendidura rompiéndose la pierna al caer, pero sosteniéndose lo suficiente para abatir a su atacante antes de perder el conocimiento, después de que este lo hubiera mordido una vez.

-   Rápido, Quarthan está vivo. Hay que sacarlo de allí – Ordenó Darksoler de inmediato, de pronto el valor del niño que tenía su edad, parecía haberse multiplicado por el solo hecho de haber sobrevivido a la misma experiencia que él.

Los dos acompañantes obedecieron sin dudar un segundo, descendieron a la hendidura y utilizaron las pieles de los pantalones de los muerto, la lanza de Fweutan y las espadas enfundadas para construir una camilla en que trasportar al herido, la pierna de Quarthan no quedaría igual jamás, cojearía toda su vida, pero un Bardar Hu no deja a un guerrero herido tras el, eso trae malos augurios.

Darksoler acompañó al niño herido durante las diez horas de regreso a la aldea, se encargó de limpiar sus heridas con nieve y de proporcionarle agua al herido, también se aseguró de no permitirle a Quarthan volver a dormirse una vez que Dark-axtorm lo despertó.

-    Darksoler, fuiste tu quien me sacó de esa cueva, de haber sido por Dark-axtorm, nunca  habría vuelto a casa – dijo el herido al pequeño bárbaro de cabello dorado que lo acompañaba. – no me importa cuando o donde me necesites, puedes contar con mis brazos y mi espada -

Dark-axtorm no pronunció palabra durante todo el trayecto, ahora debería dar explicaciones ante los guerreros por los muchachos que habían muerto, en la lectura de los augurios del fuego. Su hermanastro por otra parte, tenía como trofeo los cinco lobeznos capturados en la cueva.

 

 

Una vez cada seis meses, todas las aldeas Bardar Hu se reunían  para escuchar la lectura de los augurios del fuego, la ceremonia se realizaba solemnemente desde el anochecer hasta el amanecer, en ella los ancianos más respetados de la tribu, escudriñaban el porvenir de cada uno de los integrantes del pueblo bárbaro. Se le llamaban los augurios del fuego por que el ritual se llevaba a cabo mediante el sacrificio de un objeto personal a una hoguera establecida en el centro del poblado por donde desfilaban uno a uno todos los habitantes de la región, el momento era una ocasión especial pues reunía a familias y parientes que no se veían a menudo, así que el espectáculo que presentaba esa noche la aldea de Darkozahr era lo mas parecido que se podía hallar en esas heladas tierras a un carnaval. Las calles se abarrotaban de grupos de hombres que ingerían sin parar diversas bebidas de fermentación casera, mujeres niños, y ancianos caminaban por las calles saludando y departiendo con sus conocidos mientras esperaban su turno de comparecer a la hoguera de los augurios. Por supuesto una celebración como esta no estaba eximida de acontecimientos violentos fomentados por demasiada gente, con demasiado alcohol en muy poco espacio al mismo tiempo, pero cualquier incidente que pasara en esa noche, podía ser resuelto al día siguiente, y en los casos en los que ya no había solución, era obvio que los augurios así lo habían querido.

Darksoler dormitaba junto en el regazo de su madre, en la pequeña choza que ahora habitaban, mientras esta esperaba el turno de la lectura de su porvenir. El, aunque era un guerrero probado, y su botín consistente en cinco lobeznos había sido cedido a la tribu para que los animales fueran entrenados en el combate al lado de los hombres, a cambio de diez días de descanso para su madre; no dejaba de ser un niño y disfrutaba de la compañía de Dalemoon cada vez que la oportunidad se la ofrecía. Su turno de pasar frente a los ancianos ya había pasado, y aunque escuchó atento cada palabra de lo que dijo Ci-lavok, y se esforzó en memorizarlas, no entendió nada.

-     El rostro tinto en sangre, el poderoso lisiado antes del amanecer de un nuevo reino, gran dolor antes de la lucha – Habían sido las palabras del manco para el muchacho durante esa noche.

La tradición indicaba que los guerreros tenían prioridad ante las mujeres y los ancianos a la hora de recibir sus augurios, pero el paso ante los visionarios se hacia desde el de menor jerarquía hasta el rey. Y era justo ahora cuando Darkozahr se plantaba frente a los ancianos. La triada de visionarios se puso de pie ante la presencia del rey de los Bardar Hu. El aspecto de su líder no podía ser mas impresionante, vestía botas altas hasta medio muslo, y una túnica en piel de oso con capucha en la cabeza, donde se había aprovechado la cabeza del animal para que pareciera que la cara del portador surgía de las fauces de este, el rey llevaba gruesos brazaletes de oro y una espada ancha atada a la espalda. Cuando los ancianos se inclinaron en actitud de respeto hacia su mandatario supremo, ya era claro que este estaba bastante ebrio, y lo fue más cuando habló:

-       Déjate de ceremonias y burlas Ci-lavok- dijo Darkozahr en medio de un gruñido – Haz lo que debas hacer con este par de brujas para decirme mi futuro y no me hagas perder más el tiempo. – terminó al momento que lanzaba a la hoguera que lo separaba de los ancianos, los huesos del ave que había desayunado en la mañana, y que guardaba para la ocasión pues sabia que con eso mortificaría al anciano manco, el cual siempre mostraba el máximo respeto por las tradiciones de la tribu.

El fuego de la hoguera pareció incrementarse por un segundo cuando recibió los huesos, los ancianos fijaron la vista en las danzantes flamas y antes de que el ebrio monarca perdiera la paciencia, una mueca mezcla de orgullo, risa y desdén se formó en el rostro de Ci-lavok.

-    Di de una vez lo que has visto – espetó Darkozahr mientras el gesto neutro y tranquilo del manco, hacia quien debía mostrar sumo respeto, empezaba a incrementar una cólera siempre latente en el rey.

-       He visto majestad – respondió Ci-lavok con un tono que hacía juego a su gesto y sin hacer desaparecer este ultimo. – Que hasta esta noche eres rey; mas no temas, aun vivirás mañana, pero estarás tan lisiado como yo, y será tu hijo quien reinará. También he visto que él será el último de tu sangre en dirigir a los Bardar Hu. – La mirada del anciano manco se clavo en los ojos del rey de manera atrevida, como provocando una reacción violenta en el guerrero, y lo logró.

Darkozahr extendió su poderoso brazo derecho sobre la hoguera en un rápido movimiento que habría envidiado una serpiente de cascabel, y su mano firme y brutal, que había terminado la vida de cientos de hombres se cerró en el cuello de Ci-lavok. El anciano sintió de inmediato la falta de aire circulando por su garganta, pero fue cuando el guerrero bárbaro lo levantó del suelo, y sus pies perdieron el apoyo, que empezó a forcejear para soltarse.

La fuerza del rey bárbaro no tenia comparación alguna entre las personas de la tribu, pero una cosa es escuchar los relatos de una batalla y otra es ver a un gigante de dos metros y veinte centímetros salir de una choza con un anciano de unos setenta kilos levantado con un solo brazo por el cuello, los ánimos caldeados por el licor entre los hombres de la tribu, se inclinaron de inmediato a quien los había llevado a la victoria en el campo de batalla en incontables ocasiones, y en pocos momentos se armó un coro de gente que crecía con los segundos y pedía a gritos:

-       Mátalo Darkozahr, acaba con el maldito brujo –

-       No lo sueltes guerrero, no dejes que escape –

Durante un segundo, con el anciano forcejeando con su única mano, el rey de los Bardar Hu se detuvo en medio de la calle llena de gente, pero inmediatamente empezó a andar a donde terminaba el poblado, un lugar sobre el risco rocoso de la montaña y desde donde los Bardar podían divisar con facilidad, gran parte de la región circundante, y evitar ser sorprendidos por fuerzas enemigas.

Los pasos del guerrero eran firmes y decididos, y a cada segundo que avanzaba, mas gente salía de las chozas a seguir la singular procesión donde un anciano se balanceaba como un pollo recién degollado.

Dalemoon se levanto del rincón con el mayor cuidado posible para no despertar al pequeño Darksoler y se dirigió a la entrada para ver que causaba semejante alboroto, el pequeño abrió los ojos inmediatamente, ya hacia años que había aprendido que el sueño de un bárbaro no debe ser tan largo ni tan profundo como parece.

Cuando madre e hijo quitaron la piel que servía para delimitar la entrada de la rudimentaria choza, la multitud pasaba frente a su casa, el corazón se le oprimió a la muchacha al ver al anciano debatirse en el aire, presa de la férrea mano de Darkozahr, sin pensarlo, corrió hacia la multitud suplicando por la vida  de Ci-lavok, pero no es nada nuevo el que una voz racional sea acallada por una turba enloquecida, por lo que el rey de los Bardar Hu, no la escuchó. En lo que nadie reparo fue en que Darksoler también luchó por avanzar entre la multitud y acercarse a su padre, y donde había fallado la joven, el niño tenia sorprendentes avances.

Darkozahr llegó hasta el borde del risco en menos tiempo del que hubiese tardado una caminata de Ci-lavok, pero para este, que no recibía oxigeno en sus pulmones desde hacia casi tres minutos, el viaje colgado del brazo del rey, fue un verdadero martirio.

El líder de los Bardar extendió su brazo sobre el vacío en el que terminaba la montaña y el cuerpo del anciano colgó en el aire, el resultado fue un mayor forcejeo del anciano que arrancó carcajadas de la gente en torno al rey, los guerreros rodearon a su monarca para separarlo de la muchedumbre y proporcionarle el espacio necesario para una mejor actuación ante su gente.

-       Escúchame bien Ci-lavok – Gritó el rey Bardar, mas para la gente que lo rodeaba que para el cautivo. – pues voy a hacerte un augurio, en segundos serás lanzado por este risco, si los dioses quieren que vivas, podrás agarrarte de una saliente y trepar por la roca con tu única mano, en caso contrario, morirás. –

Darkozahr realizó un último esfuerzo con el brazo que ya empezaba a dar muestras de cansancio, y arrojó a Ci-lavok al vacío tan lejos como pudo. El anciano voló en dirección contraria el gigante por un par de segundos y luego comenzó a caer, pero para sorpresa de todos, cuando había descendido algo más de diez metros, logró aferrarse a una roca con su única mano, y detuvo su caída de forma violenta. Debajo de el había un precipicio de seiscientos metros antes del abrupto final de la roca sólida.

El silencio se hizo general, la multitud observó pasmada el espectáculo de un anciano manco que pugnaba por trepar por una saliente rocosa casi vertical, el morbo enardecía los corazones de los Bardar Hu y mantenía sus ojos fijos sobre los esfuerzos que realizaba Ci-lavok, quien había logrado estabilizar momentáneamente su penosa situación enganchando las afiladas piedras que formaban la montaña en su túnica, mientras con su única mano buscaba al tanteo algún punto de apoyo desde donde empezar a izarse.  Al fin, después de lo que a Darksoler le pareció una eternidad, el anciano realizo el esfuerzo necesario para hacer que su cuerpo ganara un par de metros hacia el mirador natural donde Darkozahr y una multitud de aldeanos lo observaban en silencio.

Poco a poco, el anciano fue ganando terreno hasta llegar casi al borde del risco, una mueca de triunfo, que bien podía ser una sonrisa de no hallarse exhausto por el esfuerzo, se dibujaba en el rostro de Ci-lavok, mientras que la faz de Darkozahr se hacia a cada metro que el anciano avanzaba, mas y mas roja. Cuando el manco posó su única mano sobre el borde del mirador, la furia del rey bárbaro ya era incontenible, un grito cargado de ira salió de la garganta de Darkozahr al tiempo que lanzaba una poderosa patada al rostro del anciano. Algunos huesos traquearon con el impacto, y Ci-lavok escupió dos dientes mientras que su cuerpo volaba hacia el vacío una vez mas, en esta ocasión sabia que ya no habría fuerzas para intentarlo de nuevo, prefirió cerrar los ojos a ver el suelo acercarse vertiginosamente a su encuentro, y solo él podría decir si estaba consiente o no cuando su cuerpo rebotó contra las rocas produciendo un sordo chasquido que heló la sangre de quienes lo escucharon.

El silencio era absoluto entre los Bardar Hu, ningún aldeano movía un músculo, todos habían sido testigos de cómo Darkozahr  había probado la voluntad de los dioses solo para incumplir sus claros designios y esperaban que de un momento a otro, que el monarca fuera abatido por un rayo. Pero fue el grito de furia del pequeño Darksoler lo que rompió la tensión de todo un pueblo, las miradas convergieron hacia el muchacho, en medio de la confusión había logrado situarse dentro del círculo de los guerreros, y ahora, ciego de furia gritaba a todo pulmón mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Si Darkozahr se hubiera alejado del lugar sin decir nada, probablemente el niño no habría actuado como lo hizo, pero la reacción del guerrero al descubrir que quien gritaba de esa manera era el muchacho que tanto odio despertaba en él, hizo que el espíritu orgulloso del rey viera una oportunidad mas de humillar a su victima, así que rió de la forma mas prepotente posible ante el llanto del niño, y sus guerreros rieron con el.

Súbitamente, como si todo el rencor del mundo hubiera actuado como resorte para impulsarlo, Darksoler corrió hacia su padre hasta hundir su cabeza entre los pliegues de su túnica, y golpeó una y otra vez con sus manos el vientre del poderoso guerrero.

El ataque solo podía causar mas risa en Darkozahr, Darksoler carecía de la fuerza necesaria para herir al bárbaro con cualquiera de sus golpes, y la imagen de un pequeño desesperado, golpeando una y otra vez a un gigante al cual jamás podría lastimar, solo consiguió aumentar la diversión de los no poco ebrios Bardar Hu. En un instante, todo el pueblo reía, y siguió haciéndolo hasta que el grito de Darkozahr supero en intensidad el ruido de todas las risas juntas; el bárbaro forcejeó para alejar al niño de si mismo, y en su rostro se dibujo un gesto de intenso dolor, los guerreros corrieron para separarlo del muchacho casi al mismo tiempo en que el líder bárbaro caía al suelo alejándose al fin de su atacante.

En la boca de Darksoler, así como manchando la blanca túnica de Darkozahr a la altura de su entrepierna había gran cantidad de sangre. Algunos guerreros rápidamente sujetaron al muchacho por los brazos mientras que otros hacían inútiles esfuerzos por incorporar al líder caído, pero la sorpresa de la multitud llego a un punto cercano al éxtasis cuando el niño escupió aquella masa sanguinolenta que fue a caer entre los dos grupos de aguerridos hombres Bardar que intentaban levantar a su rey herido y al mismo tiempo detener a su atacante. La mezcla de saliva, sangre y carne rodó un par de metros sobre la piedra lisa del risco antes de detenerse a la vista de todos y permitirle al pueblo distinguir los restos del testículo cercenado de Darkozahr.


Darksoler pasó los siguientes dos días expuesto al frío, en una de las jaulas metálicas que colgaban a las afueras de la aldea y que servían tanto para prisioneros como para presas de cacería. El único alimento que obtuvo fue el poco que su madre logro darle durante un pequeño descuido de los dos guardias encargados de custodiarle. Durante ese tiempo, recordó una y otra vez las palabras de Ci-lavok, y se preguntó ¿por que las profecías y los augurios son tan claros una vez que se han cumplido, pero carecen de todo sentido unos momentos antes? Durante los momentos de más angustia, cuando pensó que seria ejecutado, las palabras del anciano manco retumbaron en su mente como una letanía “El rostro tinto en sangre, el poderoso lisiado antes del amanecer de un nuevo reino, gran dolor antes de la lucha”. Ahora solo deseaba poder hablar con  aquel viejo una vez más, y preguntarle de que forma podía escapar del terrible problema en que se hallaba.

La presencia de Dark-axtorm aproximándose con un grupo de guerreros lo sacó de sus meditaciones, su hermanastro vestía armadura acolchada, una espada corta pendía de su cintura, y otra tan larga como un hombre se hallaba atada a su espalda. Nunca había visto a su hermano mayor vestido en forma tan civilizada, y el tiempo que tardó la comitiva en aproximarse hasta el cautivo, le pareció demasiado corto como para reconocer totalmente al hijo mayor de Darkozahr en esa ropa. 

-   Has roto la ley del derramamiento de sangre noble – le dijo Dark-axtorm a su hermano mientras lo miraba con odio. – por lo tanto nunca podrás ser nuestro rey. También has lisiado a mi padre, y un lisiado no puede gobernar a los Bardar Hu, por lo que ahora yo soy el rey. –

Darksoler intentó incorporarse dentro de la pequeña jaula metálica sin conseguirlo, aquello iba cada vez peor, Dark-axtorm solo era una mala copia de su padre, pero podía ser infinitamente mas cruel, así que empezó a antojársele haber muerto junto a Ci-lavok al pensar en lo que podía acontecerle a él y a su madre en el reinado de su hermanastro.

-       Puedo sentir tu miedo casi como tu olor –  continuó Dark-axtorm  - pero puedes estar tranquilo, no voy a matarte, ni tampoco a tu madre, eso sería cometer tu mismo crimen…-

-     Deja a mi madre fuera de esto Dark-axtorm.- suplicó Darksoler en un último intento de obtener la poca piedad que podía existir en el cuerpo de su hermano.  -Ella jamás te ha hecho daño alguno -

-       Tu sentencia es simple Darksoler – continuó Dark-axtorm haciendo caso omiso de las suplicas del niño cautivo. – de ahora en adelante tu madre solo podrá comer aquello que tu cases para ella, y tu casaras únicamente en solitario, no te daremos armas ni víveres, tu y tu madre vivirán tanto como los dioses y tu habilidad lo permitan.-

La posibilidad de que una mujer y un niño pudieran sobrevivir sin el apoyo de una comunidad, únicamente de los alimentos que pudiera conseguir un pequeño de seis años desarmado en las hostiles tierras frías del norte era casi nula, la sentencia se convertía en un anuncio certero de la más horrenda muerte por hambre, aun así Darksoler no dijo nada, ya se había dado cuenta de que, en el juego de la vida, la fortuna cambia de favorito mas rápido de lo que uno supone, y el hecho de que el continuara vivo ya  lo hacia un candidato.

-       ¡Libérenlo! – fue el grito de Dark-axtorm antes de darle la espalda y alejarse de allí.

Darksoler avanzaba a buena velocidad por entre los bancos de nieve, si lo que Quarthan le había dicho tres horas antes en la oscuridad de una calle de la aldea Bardar era cierto, entonces, no muy lejos de allí habría una pequeña cueva, adentro de esta encontraría algunos víveres y alimentos para sobrevivir, y lo que era mas importante, armas para cazar. El muchacho no había olvidado la deuda que tenia con el hijo de Dalemoon, y aunque no consideraba que esto la pagaba, era la única forma en que podía ayudarlo de momento.

Noventa pasos mas adelante encontró lo que buscaba, un árbol inclinado a la derecha, con un trozo de cuerda vieja colgando de una rama.

El muchacho se apresuró a buscar en la base del árbol hasta hallar la grieta que su amigo había descrito horas antes. Adentro encontró la bolsa de cuero cubierta con brea, la abrió rápidamente y empezó a inventariar su contenido, tenía una vieja mochila de cuero, un puñal curvo, un arco con doce flechas, tres dagas para lanzar, una espada corta, un frasco de hueso con algo de grasa, un trozo de pedernal, una cuerda recién trenzada, dos antorchas, una piel de lobo, una bolsa de sal, algo de pan y carne y por supuesto su látigo y un bastón largo de madera, pero lo que mas lo sorprendió fue descubrir una pequeña bolsa de cuero con monedas y algunas pequeñas joyas de oro que en alguna ocasión había visto a su madre. Ahora la fortuna le sonreía, no sería fácil para un niño de seis años sobrevivir solo en aquella tierra helada, y mucho menos cazar para dos personas, pero era mas rico que tres horas antes, y contaba con armas y herramientas que no tenia cuando salió de la aldea, el resto dependía de él, ya se encargaría de no defraudar a la fortuna ni a su madre.



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