DARKSOLER: EL LOBO (CAPÍTULO 4)

 

CAPITULO IV

EL LOBO


El caminante era un hombre muy alto, su estatura superaba fácilmente los dos metros; sus hombros eran fuertes y sus brazos y piernas eran tan gruesos como ramas de árboles, Tenía una mirada de color azul brillante, el mismo tono con que el cielo decora las mañanas en los países tropicales, y el cabello era tan dorado como los rayos del sol de medio día, lo llevaba largo hasta la mitad de la espalda, sujeto con una tira de cuero.

Se movía despacio, no había afán en su andar, su camino había empezado hacía años, y nunca había tenido un destino definido, viajaba cada día la distancia que su propio ritmo y sus fuertes piernas le permitían, por que el caballo que alguna vez lo había acompañado, hacia tiempo que había terminado como alimento para su amo. En ocasiones tuvo que escalar montañas nevadas y rocosas, a veces se cruzaban en su camino bosques interminables o nauseabundos pantanos, una vez atravesó un desierto de tierra dura y seca donde casi había muerto de hambre, y de no haber sido por el error de los gigantescos buitres de acercarse a su moribundo cuerpo en forma precipitada, no habría podido salir de ese lugar, ellos le había proporcionado la comida y la energía que necesitaba en ese momento.

Fueron esos años de solitario caminar los que formaron el carácter de Darksoler, lo hicieron independiente, fuerte, duro, pero sobre todo, lo hicieron un hombre determinado a no rendirse jamás. Sus ojos habían visto en esos pocos años tantas maravillas como pueden ansiar las mentes más temerarias para toda una vida; Había sido testigo de las misteriosas ciudades convertidas en hielo en las altas montañas, lugares de acero y vidrio cerrados totalmente a cualquier intrépido explorador hasta que la misma fuerza que los encerró en  su helada prisión decida volverlos a la vida una vez mas, lo había perseguido durante semanas una horda de hambrientos orcos caníbales por peligrosas junglas, donde la misma naturaleza confabulaba para matar a cualquier extraño que osara poner su pie en ella, encontró las pocas aldeas ruinosas que contenían el único reducto de civilización en miles de kilómetros a la redonda y pasó en ellas el tiempo necesario para exprimir su escaso conocimiento, fue así que aprendió las lenguas de esos lugares, y se acerco por vez primera a la escritura y la lectura del idioma de los hombres, se enfrentó a cada una de estas situaciones con la valentía que nace muchas veces producto de la ignorancia del poder de la adversidad, pero fue justamente su determinación de no rendirse la que le otorgó la victoria en la mayoría de las circunstancias.

El bárbaro había decidido acampar aquella noche en el claro de un bosque húmedo, la niebla había empezado a formarse desde las primeras horas del atardecer y no quiso arriesgarse a deambular por aquel lugar desconocido sin poder asegurarse de ver cualquier peligro con la suficiente anticipación. Se había tendido junto a una pequeña fogata, sus escasas posesiones, envueltas en una gruesa piel le servían de almohada, mientras que su mano descansaba sobre el pomo de la espada larga. Su sueño era reparador, pero no del todo profundo, ya había pasado por muchas circunstancias donde pretendían atacarlo mientras dormía como para poder hacerlo a pierna suelta.

Lo primero que logró alarmarlo fueron los rugidos lejanos, parecían ser un grupo de animales en fiero combate contra un enemigo que se batía en retirada, el ruido de las ramas rotas producto de una frenética persecución a través del bosque puso en guardia todos los instintos del bárbaro, quien se sentó en el lugar donde segundos antes dormía, y muy a su pesar descubrió que la fogata casi se extinguía, y la niebla se hacia tan espesa por segundos que no podía ver mas allá de metro y medio de distancia.

De pronto, la figura de un hombre joven, casi un muchacho ingresó a su limitado campo de visión, corría desesperado y miraba hacia atrás una y otra vez para confirmar la situación de sus perseguidores, a quienes Darksoler aun no veía, pero podía oír con claridad los gruñidos de ira que producían. El fugitivo mostraba profundas heridas en ambos brazos y piernas, y la sangre manaba de un grupo de incisiones en el cuello. El bárbaro solo tuvo que verlo un segundo para decidir que el chico ya era un muerto andante.

El hombre joven intentó atravesar el claro sin siquiera reparar en su habitante, para el era mas importante poner tierra de por medio que buscar ayuda, pero en su afán por alejarse de la muerte con colmillos que lo perseguía, tropezó con la debilitada fogata desparramando sus pocos leños por la húmeda tierra del claro, apagando de esta manera lo poco que quedaba de luz para guiar su camino, calentar el sueño ahora roto de Darksoler e iluminar sus últimos minutos de vida.

La visión de aquel muchacho mal herido, sumada a los ruidos que hacían aquellas bestias furiosas en su afán por darle muerte a su presa, lograron despertar al bárbaro del todo poniendo sus sentidos en alerta, se levantó del suelo de un salto y empuño su espada con fuerza al tiempo que el intruso lo sumía en la oscuridad, por lo que trató de recordar donde se hallaban sus pertenencias en caso de que tuviera que huir rápidamente.

Se hizo un hondo silencio durante varios segundos, entonces escuchó los gritos del fugitivo junto a un renacido coro de gruñidos y rugidos, Darksoler intentó calcular la distancia a la que debía hallarse el muchacho, incluso dio uno o dos pasos en su dirección con la espada en alto, pero se detuvo al comprender que en medio de la oscuridad y la niebla, le seria imposible efectuar tal rescate con ese tipo de arma y desconociendo la disposición y cantidad de sus enemigos, incluso era probable que hiriera al muchacho, así que prefirió dejarle a las bestias que atacaban en la oscuridad la tarea de verdugos de aquel sujeto.

Intentó tranquilizar su corazón alejando sus pensamientos de aquel lugar, mientras que escuchaba los últimos gritos de aquel hombre que había irrumpido en su improvisado campamento, una vez que las exclamaciones de dolor y angustia hubieron terminado, se preparó para la lucha, pues sabia que las bestias de la noche irían por él.

Cuando sintió el primer mordisco en su pierna izquierda, la espada describió un giro profundo frene a su portador que  hirió al animal que se aferraba a su extremidad con afán por derribarlo, golpeo una vez mas a la misteriosa criatura, consiguiendo arrancarle un aullido de dolor, pero después de eso, la noche se trasformó en colmillos que se hincaban en sus brazos y piernas desde todas las direcciones, el dolor lo rodeó, y entendió que el final del hombre que había irrumpido en su campamento, debía haber sido horroroso.

El bárbaro se debatió frenético para salir del mortal círculo de dientes y colmillos que pugnaba por devorarlo, sintió que la muerte venía por su cabeza cuando un poderoso mordisco en su antebrazo le hizo perder la espada, pero la esperanza volvió a el cuando descubrió que en un desesperado giro, había conseguido salir del circulo de enemigos.

El poderoso guerrero no dudo un segundo en imitar a su visitante nocturno; corrió a ciegas por el bosque, en la dirección que le pareció lo alejaba mas de la mortal manada que lo perseguía. Incluso alcanzó a pensar con un poco de sarcasmo, si para las bestias que escuchaba gruñir tras él, la persecución de esa noche no se estaba convirtiendo en un evento especialmente largo, o si por el contrario, eran capaces de distinguir al primer protagonista de el actual.

En su camino, tropezó con ramas y raíces que sentía romperse contra su cuerpo, y en un par de ocasiones le pareció que el golpe lo había lastimado con severidad, solo que no tenía tiempo de detenerse para palparlos o para revisar las heridas, a menos que no estuviera interesado en ver el amanecer otra vez.

Su poderoso cuerpo le abrió camino en medio de la noche, aun a costa de golpes y magulladuras producidas por las ramas de los árboles, pero logró ampliar la distancia con sus perseguidores lo suficiente para no tener que sufrir dolorosos mordiscos en las piernas, y aunque no podía ver hacia donde se dirigía, logró por un segundo percibir una limpia brisa que golpeaba su rostro desde la derecha, y decidió que si era el momento de morir, al menos lo haría con el consuelo de que sus maltrechos miembros se despedirían de aquel mundo sintiendo aquel viento en el rostro.

Corrió en la dirección del viento agotando su último aliento, y para su sorpresa, los árboles dejaron de interponerse en su camino, al parecer, un claro se abría ante él, lo cual aprovechó Darksoler para acelerar el paso buscando aumentar la distancia con sus perseguidores, pero para su sorpresa, sus pies solo encontraron vacío después de unos metros, y de no ser por sus rápidos reflejos que le permitieron asirse a una raíz que sobresalía del borde, nada habría detenido su caída.

El bárbaro gozó de unos segundos de paz mientras colgaba de la raíz, intentó descubrir si colgaba a pocos metros del suelo o si por el contrario se hallaba sostenido a cientos de metros de altura, pero no fue posible determinar su posición, sin embargo, su intento exploratorio del acantilado, le llevó el sonido de una corriente de agua que cruzaba bajo sus pies a una altura indeterminada, pero el hecho de que el fondo estuviera formado por agua, no excluía la posibilidad de que también hubieran filosas rocas capaces de despedazar un cuerpo, lo cual hacia que la posibilidad de un salto al vacío, en medio de aquella oscuridad, fuera menos agradable de lo que pudiera parecer en diferentes circunstancias.

Darksoler tensó los músculos de sus brazos para izar su cuerpo sobre el borde del acantilado, apoyó su mano derecha en la primera roca que encontró, y empezó a levantar una pierna para salir del peligroso precipicio, entonces sintió aquel aliento caliente cerca de su rostro, y antes de que las fauces que lo emitían, pudieran gruñir o morder su cara, todos los análisis de las diversas posibilidades que podía ocultar aquella caída mortal, perdieron su importancia, hacia mucho tiempo que el bárbaro había descubierto que cada vez que pudiera arrebatarle a la vida la mas mínima oportunidad de alargar los minutos de su existencia, debía hacerlo sin importar el costo, así que en una fracción de segundo, el gigantesco guerrero se lanzó al vacío esforzándose por impulsarse lo mas lejos del borde del precipicio, con la seguridad de que las oscuras bestias que lo perseguían, no se arriesgarían a seguirlo hacia aquella ruta suicida.

La caída le pareció eterna, y durante esta, todos los riesgos que había desechado, cobraron mayor importancia, pero el contacto con el agua helada, ayudó a hacer que los olvidara. Sin embargo,  cuando la corriente lo arrastró con tal fuerza que le resultó imposible obtener el oxigeno que requería, descubrió nuevos temores por explorar; y para un hombre, educado en las mas estrictas costumbres Bardar Hu, donde el baño era un riesgo mortal, y que jamás se había enfrentado a una fuente de agua que pudiera superar la altura de su rodilla, descubrir en un instante que se desconocen los mas básicos parámetros de natación, y que la posibilidad de una muerte ahogado es mas real que las enfermedades que, según decían los ancianos, podía causar el baño, puede ser mas de lo que su simple mente de bárbaro puede soportar, en pocos segundos y mientras la corriente de aquel caudaloso río arrastraba su cuerpo, Darksoler perdió el sentido.

  

Aunque Kerene solo contaba con dieciséis años, su cuerpo no tenía nada que envidiarle al de una mujer bien formada, sus caderas eran redondeadas, sus piernas aunque delgadas, tenían las formas bien torneadas que hacían que las miradas de los hombres marcaran sus pasos, su pecho era redondo y generoso, y su cabello tan negro como la noche mas oscura se balanceaba como la mas fina tela. El rostro de la niña había sido llamado por Morrance, su maestro en el arte de robar, como la tentación hecha carne, pues sus labios eran gruesos, su barbilla fuerte, y sus ojos manejaban una coquetería tal que ruborizarían a la mas vieja meretriz de las opulentas ciudades del sur.

Ella sabía que para una muchacha de su belleza, podía resultar peligroso deambular sola por la ribera del río, los amigos del barón se habían aprovechado de más de una mujer del pueblo sin que pudiera la justicia alcanzarlos, pero su situación era un poco diferente, la guarida de Morrance y el resto de la banda no estaba lejos, a demás Kerene llevaba en su cintura un corto puñal envenenado, y sabia que cualquiera que fuera herido por su arma, recibiría el beso de la muerte en forma inmediata, a demás, el paseo por el río tenia su razón de ser, era su turno de hacer la ronda de vigilancia en torno a la guarida de Morrance para asegurarse que no habrían observadores imprudentes cuando la puerta secreta del árbol se abriera para dar salida a los miembros de la banda.

Kerene inició el tramo final por la rivera del río unos minutos antes del medio día, la hora en que no debía encontrar a ningún pescador local intentando ganarse el sustento, pues los poderosos rayos solares convertían cualquier actividad de trabajo pesado a campo abierto, en una tortura.

Cuando la muchacha vio el cuerpo sobre la arena negra de la pequeña playa rodeada de follaje, pensó que se trataba de los restos de algún bañista imprudente que se había ahogado, pero al no haber escuchado ningún rumor respecto a la desaparición de algún  aldeano, se esforzó en tener prudencia e investigar; luego, su alma de ladrona, la llevo a pensar que tal vez podía hallar entre las pertenencias del sujeto algo de valor, pero al contemplar la poca ropa que lo cubría, tuvo que desechar la idea no sin sentir algo de desilusión.

Kerene, en varias ocasiones, había espiado a Morrance y a su hijo Prat mientras se bañaban en el río, y aunque ambos se mantenían en forma atlética, y el hijo del maestro de ladrones era considerado un hombre fuerte entre las personas del pueblo, no pudo evitar una exclamación de sorpresa al contemplar el cuerpo que yacía sobre la arena; sus brazos eran tan gruesos como troncos de árboles, sus piernas, ahora inmóviles, parecían columnas de roca, todo el sujeto, con excepción de su inmovilidad, era la manifestación misma del vigor físico.

La muchacha se acercó lentamente al desconocido, hasta que pudo percibir la ligera respiración del cuerpo este, entonces, para darse un poco de seguridad, cerró su mano en tormo a la empuñadura del puñal que descansaba en su cintura y se inclinó sobre su cuerpo para determinar sus rasgos con mayor exactitud, pensaba si este no seria uno de aquellos gigantes de los cuales le contaba Morrance cuando era una niña, en ese momento, la mano del bárbaro se disparó como víbora del desierto y se aferro en la muñeca de kerene, inmovilizando el puñal dentro de su funda, el gigantesco guerrero abrió los ojos unos cuantos milímetros, miró a la muchacha, y alcanzó a decir una sola frase antes de perder el sentido nuevamente:

-       no juegues en el bosque, mientras el lobo está.-

A Kerene le tomo algunos minutos recuperar la paz interior que le habían robado los intensos ojos azules del bárbaro, y algunos minutos mas en hallarle significado a su oración, pero para cuando todo esto ocurrió, ya sabia lo que debía hacer.

 

Cuando Darksoler abrió los ojos, ya llevaba despierto algo mas de un cuarto de hora; su oído y su olfato le habían asegurado que la habitación en que se hallaba era amplia, y muy probablemente se encontraba bajo tierra, cerca de una corriente de agua, no había escuchado el sonido hueco que hace una reja al cerrarse, así que descartó la idea de encontrarse en un oscuro y profundo calabozo.

Se descubrió a si mismo sobre un ligero catre de lona, casi incapaz de sostener los ciento cincuenta kilos de músculo de su cuerpo, en la habitación había otras camas como la suya, pero nadie las ocupaba de momento. Las heridas de sus brazos y piernas habían sido cuidadosamente vendadas, así que se dedicó a revisar el sitio en donde se encontraba. La estancia era amplia, y la iluminaba un conjunto de velas desde un grueso candelabro que colgaba del techo de piedra, al final de un muro, descubrió una gruesa puerta de madera, pero al intentar abrirla, la halló asegurada desde el exterior. Dedujo sin demora que quien se hubiese tomado la molestia de cuidar de sus heridas, no se tomaría ahora el trabajo de encerrarlo para darle muerte, por lo cual esperó con calma a que su anfitrión decidiera aparecer, no fue necesario que esperara mucho tiempo.

La muchacha que atravesó la puerta de madera, no venia armada esta vez, en sus brazos llevaba una bandeja con diversas frutas, algo de carne y un vaso de cerveza fuerte que el bárbaro consumió en dos largos tragos, lo cual provocó la risa de su compañera. Años después, cuando la noche solo le ofrecía una guardia en solitario, o el amanecer solo auguraba una batalla donde podía perder la vida, le bastaría recordar aquella risa alegre y ligera como el sonido de una cascada para que la esperanza se atrincherara en su corazón.

 

Comió con avidez, y en ningún momento se turbó por la mirada de la joven que no se apartaba de el un solo instante, fue ella misma quien le dijo su nombre, le infundió tranquilidad y le aseguró que no era un prisionero, le hablo de cómo había vendado sus heridas y lo que debía hacer si quería restablecerse por completo, y dedicó los momentos subsiguientes en darle de comer al guerrero, solo cuando el bárbaro se sintió lo suficientemente seguro, y cómodo con la presencia de la muchacha, volvió a abrirse la puerta.

Darksoler no sintió cuando esta se abrió, ni escucho los pasos del hombre que entro a la habitación, de hecho, solo supo que el sujeto se hallaba allí cuando habló:

-       Veo que te has hecho buen amigo de Kerene – quien hablaba era un individuo alto y delgado, con cabello muy corto y bigote poblado, que vestía enteramente de negro. – mi nombre es Morrance, y sobra decirte que eres bienvenido en mi casa. –

El guerrero Bardar Hu alcanzó a inquietarse por la súbita presencia del misterioso personaje que había podido acercarse a el sin que hubiera podido notarlo, de inmediato y por reflejo, midió mentalmente sus fuerzas con el individuo, y se tranquilizó al creer que si el sujeto representaba una amenaza, el podría vencerlo aun en la condición en que se hallaba, por primera vez en mucho tiempo, el calculo mental del bárbaro, había fallado drásticamente.

-       ¿Qué es este lugar? – interrogó Darksoler.

-       Es mi guarida; un lugar secreto, soy el líder de una banda de ladrones, y Kerene es uno de mis agentes, ya conocerás a los otros.

El rostro del bárbaro se ensombreció ligeramente al sopesar la posibilidad de verse rodeado por ladrones en su propia guarida al momento que Morrance hacia un gesto hacia la oscuridad que se cernía mas allá de la puerta de la habitación, incitando a entrar a quien quiera que esperara afuera, pero el recordar que carecía de cualquier objeto que mereciera ser robado, pues todo lo que poseía se había quedado en el bosque junto al cadáver del extraño que perturbó su sueño, sumado a la certeza de que sus heridas habían sido cuidadas por aquellos que se disponía a conocer, le indujo a tranquilizar su espíritu. A demás la mano de Kerene se posó sobre su vendado brazo en gesto tranquilizador, al tiempo que la vista de Darksoler se fijaba en la puerta entreabierta.

Las tres figuras que ingresaron a la sala donde descansaba el guerrero Bardar Hu, eran mas niños que jóvenes, iniciaba la marcha un muchacho de complexión atlética y rostro atractivo, no mayor de diecisiete años, poseedor de la mirada de aquellos que están acostumbrados a analizar toda la información que llega hasta ellos. Lo seguía una niña de miembros flacos y cabello desordenado con no mas de doce o trece años de edad, y cerraba el grupo un jovencito de rasgos orientales y cuerpo fibroso y elástico, Darksoler casi rio ante la posibilidad que había previsto un par de segundos antes, de hallarse en peligro al conocer a una banda de ladrones en su mismo territorio, pues para él, con sus dos metros de estatura, y sus casi ciento cincuenta kilos de peso, habría resultado sumamente fácil, acabar con toda la banda en menos de tres minutos.

-       Estos son Prat, Marín y Artos; Prat es mi hijo, es el líder de campo de la banda – dijo Morrance con cierto aire de orgullo en la voz – Marín es nuestra especialista en bolsas y carteras, sus manos son mas rápidas que cualquier ojo, el del final es Artos, nuestro acróbata, no hay nadie mas rápido y ágil que él, y ya conociste a Kerene, ella es nuestra carnada.

-       ¿Quién te atacó? – preguntó Prat al guerrero herido al tiempo que examinaba las heridas cubiertas de vendas.

-       Me pareció un grupo de lobos u otros animales salvajes – contestó el bárbaro.

-       Tu no pareces ser de por aquí, ¿de donde vienes viajero? – interrogó Morrance.

-       Mi nombre es Darksoler, y he viajado desde las tierras de los Bardar Hu, al norte, un lugar muy distante de esta área.

El líder de la banda de ladrones observó aquel muchacho en cuerpo de gigante por algunos segundos, notó la forma en que Kerene posaba su mano sobre el brazo herido del guerrero, y la mirada intensa que le dirigía al bárbaro, así como los celos que empezaban a formarse dentro de Prat, sopesó riesgos y oportunidades en menos de un segundo, como solo un verdadero experto sabe hacerlo, y entonces soltó su oferta:

-       Escucha Darksoler – dijo en tono suave, el mismo que utilizaba en los viejos tiempos para fraguar estafas en la gran ciudad de Lorthath, antes de que su mismo conclave de ladrones lo traicionara y pusiera precio sobre su cabeza. – Pareces estar solo y mal herido aquí, estas son tierras peligrosas, ¿por que no te quedas un tiempo?, Kerene cuidaría de tus heridas y tal vez decidas unirte a nosotros, seriamos como una familia para ti.-

El bárbaro miró a la hermosa muchacha con la que había conversado algunos minutos antes, luego a todos los muchachos que lo rodeaban, ninguno parecía haber sido maltratado, al menos no recientemente, y por primera vez en años, añoro la compañía de alguien que cuidara de él.

Su mente simple, se hallaba muy lejos de comprender los análisis que había realizado Morrance antes de hacerle la oferta, y jamás habría imaginado que su fuerza y tamaño, características de las cuales carecía la banda, habían jugado un papel clave en la proposición.

-       Nunca he sido un ladrón, jamás he robado nada a nadie.- mintió el bárbaro al tiempo que recordaba aquella partida de exploración que había sido fuente de su primer caballo, y a la vez había en cierta forma, disparado los eventos para hacerlo salir de su tierra – no creo poder serles de ayuda.

-       Tranquilo muchacho, yo fui maestro de ladrones en Lorthath, también llamada la joya del sur – dijo morrance con un poco de orgullo – creo que puedo hacer de ti, un elemento respetable dentro de mi organización.-

La sola mención de una ciudad, que a los oídos del bárbaro sonaba importante, bastó para despertar su curiosidad, trajo a su memoria los relatos de mil y un maravillas narradas por Ci-lavok, y habría sido mas que suficiente para conseguir convencerlo de quedarse al lado de la extraña banda de ladrones que lo había curado, por lo menos el tiempo suficiente para hacer que Morrance le dijera como llegar a esa ciudad, y de que manera podía hacerse de cierto prestigio en ella, a demás, cuando el destino se empecina en obligar a un mortal a tomar cierto rumbo, no escatima esfuerzos, ni es mezquino en tentaciones.

-       Quédate con nosotros Darksoler, será maravilloso trabajar junto a ti – fueron las palabras de Kerene mientras le apartaba un mechón del largo cabello rubio del bárbaro de su rostro, la frase fue acompañada de una sonrisa tímida, y para cuando la muchacha quiso terminarla, ya sabia que había logrado convencer al guerrero.


Las semanas subsiguientes representaron para Darksoler mas emoción que cualquier periodo de su vida hasta ese momento, la decisión de sacarle información a Morrance sobre la ciudad de Lorthan y su ubicación, fue relegada a un segundo plano, mientras que su tiempo se dividía entre las pruebas a las que el maestro ladrón lo sometía con el fin de pulir sus habilidades para conseguir hacer de él un operativo apto para las actividades de la banda, y las tardes de largos paseos junto a kerene, en donde, en un principio los jóvenes intercambiaron sus respectivas historias. Fue así como el bárbaro narró cada uno de los episodios de su vida, a veces entusiasmado al ver las reacciones de miedo, asombro y temor que generaba en la muchacha, eventos que para él habían sido meros formalismos de su supervivencia diaria. Ella por su parte le narró como Morrance la había rescatado del grupo de salteadores de diligencias, después de que estos habían asesinado a su familia, dejándola sola en el mundo. Una vez que el conocimiento mutuo había llegado a este punto, la inexplicable atracción que sentía el uno por el otro, jugó su papel natural, y para Darksoler, que hasta ese entonces solo había probado los placeres mercenarios de una viajera en un oscuro poblado al borde del desierto, descubrir que el amor y el placer yacían esperándolo en el cuerpo de una jovencita, fue como si todos los momentos de felicidad adeudados por una vida de soledad y sufrimiento, le fueran otorgados al mismo tiempo. Aunque si debo ser fiel a mi labor como cronista, debo agregar que al menos durante las primeras noches, fue ella quien lideró el combate, relegándolo a él a un mero papel como participante, y que la rivera de aquel río sin nombre, no volvió a ver tardes como aquellas.

 

Morrance observó al joven bárbaro mientras desarmaba la ultima trampa antes de abrir el pesado cofre de madera, la luz no era muy buena en la habitación de las trampas en el cubil de los ladrones, pero al maestro le gustaba de esa forma, eso ayudaba a incrementar otros sentidos, acostumbraba al aspirante con las penumbras, y fortalecía su confianza para trabajar en ausencia de luz, a demás, esa misma ausencia de luz era lo que encontrarían los ladronzuelos en el campo de acción.

Cuando Darksoler sacó la bolsa llena de piedras que representaba el tesoro del baúl, Morrance sonrió ligeramente, el muchacho había resultado ser una muy buena incorporación para su banda, se había desempeñado como cazador durante mucho tiempo, lo cual había agudizado sus sentido mas allá del umbral esperado, hasta el punto en el cual, los ruidos de pisadas eran para él como tambores de guerra que anunciaban la cercanía de una armada enemiga; su desempeño en el muro de escalada vertical, había sido excepcional, tal vez debido a la fuerza de sus brazos y piernas, lo cual le permitía colgar de diversas salientes durante prolongados periodos de tiempo; a si mismo, sus resultados en los ejercicios de movimientos en silencio y sin ser visto, le valieron notables felicitaciones del resto de la banda, poco podían imaginar que aquello que ellos debieron estudiar con un maestro ladrón, su compañero se había visto obligado a aprenderlo para sobrevivir como cazador solitario en las heladas tierras de los Bardar Hu. Por supuesto, había fallas, no pudo pasar la prueba del carterista, consistente en robar una bolsa a un maniquí cargado de cascabeles, sin hacer sonar ninguno de ellos, pero en su interior, Morrance sabia que si el joven bárbaro lo deseaba, podía arrancarle la cabeza a un hombre, sin importar si había cascabeles de por medio o no, y aunque su desempeño forzando cerraduras con las ganzúas, no era malo, estaba por debajo de la media exigida al grupo, aunque una vez mas, el maestro ladrón sospechó, que el hombro del nuevo pupilo, aplicado con el suficiente impulso sobre la plancha de una puerta, bien podía hacer la misma función que el mejor juego de ganzúas, así que después de varias semanas de duro trabajo, consideró que Darksoler estaba listo para su primera labor en la calle.

-       Por todas las fuerzas de la naturaleza…- exclamó Darksoler – si este es el trabajo de un ladrón, Artos, déjame decirte que apesta – El gigante de cabello rubio se hallaba en medio de una plaza empedrada, en un pueblo que sin lugar a dudas, y por el aspecto de sus casas a medio caer, había visto mejores días, y su labor durante toda la mañana, había consistido en recoger de entre la gente, una que otra sucia moneda de cobre que a regañadientes soltaban por apreciar la presentación del joven acróbata, la cual consistía en saltos y otros malabares.

-       Calma Darksoler… – contestó el muchacho al tiempo que daba algunos pasos sobre sus manos y sostenía una pelota de trapo dando botes con sus pies. – aun eres demasiado nuevo en el pueblo para ser operativo, debes darles la oportunidad de que se acostumbren a tu presencia.-

-       Pues si eso incluye muchos días mas recogiendo estas limosnas, no cuenten conmigo.-

Mientras el joven acróbata y su forzudo amigo hacían su papel de juglares divirtiendo a la población, Prat y Marín se dedicaban a pasar entre el publico aligerando las bolsas de los espectadores que ya habían aportado algo de dinero al espectáculo, y que parecían estar a punto de retirarse, al mismo tiempo, Kerene y Morrance, apostados a lados distintos de la plaza, servían de vigilantes y apoyo en caso de que algo llegara a salir mal, y alguno de los presentes notara que había sido robado, o pero aun, capturara a uno de los carteristas en plena acción.

El ruido del tumulto de gente que se aproximaba por la calle, guiada por un grupo de jinetes, atrajo la atención de Artos, al instante buscó a Morrance con la mirada por si el maestro de ladrones daba la señal de peligro, pero este parecía tan desconcertado como el resto de la banda. Los jinetes, seguidos por una muchedumbre que salía de las casas a su paso para unirse a la comitiva, se dirigieron al centro de la plaza con la misma flema que si se tratara de una marcha de gala, pero los gritos de dolor y asombro que brotaban de la gente, parecían indicar otra cosa.

Los jinetes eran ocho, y Darksoler juraría toda su vida que nunca había visto a un grupo de personas llevar tanto oro encima. Los cuatro primeros llevaban una gruesa lona abierta entre ellos, sostenida por cada una de las puntas, para que en su interior descansara el cuerpo de un hombre joven, con tantas heridas en el cuerpo, principalmente en el cuello y en las extremidades, que daban testimonio explicito del horrible final que debió sufrir aquel muchacho. Tras el cuerpo, una anciana aferrada a la manta, descargaba a gritos su pesar.

-       ¡mi hijo! – gritaba la anciana aferrándose al cadáver. – ¿Que le ha pasado a mi muchacho? –

-       Su hijo ha sido atacado por los lobos, señora – respondió el que parecía ser el principal entre los jinetes, un hombre joven delgado, de cabello rubio y bien cuidado, y de finos ademanes. – ya se os ha advertido que no debéis acercaros al bosque, mis invitados y yo daremos casa a esa manada de lobos, pero es probable que nos tome toda la temporada. –

La multitud se había aglomerado en torno a los jinetes y su funesta carga, y Darksoler se las había arreglado para acercarse tanto como su voluminoso cuerpo se lo permitía, al cadáver que decoraba el centro de la reunión, al tiempo que Kerene se acercaba a su lado.

- ¿Quién es el jinete al mando? – preguntó el bárbaro a su joven amante.

- Es Ken, el hijo del barón, esta a cargo de el pueblo hasta que su padre regrese, de eso hace ya un año – respondió la muchacha en voz baja, como quien teme que su voz despierte algún mal que yace dormido.

- Poderoso señor…- gritó Darksoler llamando la atención del grupo de jinetes. –…es extraño que esos lobos solo mordieran el cuerpo, sin devorarlo. –

Las palabras del musculoso muchacho, dibujaron por un segundo una mascara de molestia en el rostro del joven noble, de inmediato, toda la atención del poblado pareció dividirse entre el bárbaro y él.

-       ¿Quién eres tu?, no te reconozco entre mis súbditos – Alegó el noble, quien sentía un súbito interés en el extraño aparecido.

-       No es nadie, mi señor…- interrumpió Artos para alejar la atención de una situación que podía llegar a volverse problemática, la aparición de un extraño en un poblado donde nadie le había dado albergue ni comida, podía generar muchas preguntas que la banda de Morrance no estaba dispuesta a contestar. -…un primo que está de paso.-

-       Pues dile a tu primo que se aleje del bosque, por lo menos durante esta estación, mientras mis invitados y yo solucionamos este asunto, a menos que busque sumarse a las doce victimas que han cobrado los lobos. – dijo el joven al tiempo que espoleaba su montura para salir del cerco de gente. – ¡y eso va para todos! –

Los jinetes auparon sus monturas para seguir a su líder, se abrieron paso entre las personas utilizando la fuerza de sus caballos y abandonando en medio de la plaza el magullado cadáver de la victima de los lobos, pero cuando el ultimo de los jinetes pasó al lado del bárbaro, este no pudo dejar de posar su mirada en el cinturón del montaraz. Se trataba de una hermosa mujer de cabello rubio platinado, con el rostro mas perfecto que Darksoler había contemplado en su vida, vestía de color rojo vino y utilizaba botas altas de cuero negro, pero lo que mas le llamó la atención al guerrero Bardar, era que en la cintura de la mujer, colgando del grueso cinturón de cuero negro y hebilla de oro, se hallaba un látigo de cuero seco y empuñadura de hueso del cual solo podía existir ese, por que el viejo manco que los hacia, se hallaba muerto al fondo de un despeñadero desde hacia muchos años.

Darksoler la siguió con la mirada, incapaz de alejar la vista de aquel objeto mientras mil ideas distintas corrían por su cabeza tratando de hallar la solución a algo que aun no alcanzaba a comprender del todo, y apunto estuvo de correr tras la amazona, de no ser por que el codazo de Kerene lo sacó del ensimismamiento.

-Deja de mirar a esa vieja…- fueron las únicas palabras que le dirigió la muchacha al gigante Bardar Hu.

La noche se cerraba negra y espesa sobre la mansión en la base de la colina, era una de esas viejas casas de ladrillos pequeños y ventanas de madera, y su función principal era la de alojar a los visitantes del barón con el mayor confort y elegancia posible, sin tener que permitirles la entrada al castillo, a unos mil quinientos metros colina arriba, esto aseguraba que en caso de traición, el señor del lugar aun se encontraría en la seguridad de su santuario, lejos de cualquier extraño deseoso de hacerle daño.

En la oscuridad de aquella noche sin Luna, y entre el follaje de los matorrales, Darksoler apenas si podía distinguir su mano a un palmo de su cara, mucho menos el sinuoso camino que llevaba desde el lago, a unos ciento cincuenta metros por debajo de la casa de huéspedes, hasta esta misma; donde a esta hora, Artos y Prat, ya debían haber trepado por la pared trasera de la casa utilizando una cuerda de seda, abierto la ventana del cuarto principal quemando la madera en torno al pasador con el ácido que les había dado Morrance, entrado a la habitación, retirado el joyero de oro macizo que descansaba sobre el tocador y regresado por el camino que el gigantesco Bardar Hu debía vigilar. Por supuesto que se había quejado ante Morrance por otorgarle una participación tan pequeña en este trabajo, pero el Maestro de ladrones, armado con la paciencia de un verdadero pedagogo, le había explicado que Prat y Artos eran mas experimentados en los talentos necesarios para este trabajo, por supuesto, si habían calculado mal el momento, y los invitados del Barón volvían mas temprano de la juerga en el palacio, podría haber problemas, pero como las costillas de Darksoler podían atestiguar, la pareja de jóvenes ladrones era mas que notable en el uso de los bastones cortos de pelea, y bien podían dejar inconsciente a un hombre en cuestión de segundos si lo sorprendían con la guardia baja. Aunque la demostración del uso de los bastones había sido excelente, Darksoler seguía pensando que no podían remplazar el uso de una buena hoja de afilado acero, sin importar cuanto argumentara el anciano ladrón sobre las ventajas de evitar el derramamiento innecesario de sangre.

Su labor en aquella noche, consistía en vigilar la ruta de huida del par de ladrones hacia el bote de remos en el lago, donde los esperaba Kerene para atravesar el lago hacia el bosque, desde donde podrían escabullirse hacia la guarida de los ladrones, debía observar con suma atención el lugar en el castillo donde se suponía estaba la ventana en donde Marín, que trabajaba esa noche en la cocina del castillo, encendería una luz cuando se marcharan los habitantes de la casa de huéspedes, pero a estas horas, ya no estaba seguro de en donde se encontraba esa ventana, a demás dudaba que dentro de la casa se pudiera escuchar el sonido del silbato que llevaba para avisar a los muchachos si alguien se aproximaba.

En síntesis, aunque el golpe llevaba siendo preparado por casi tres semanas, nada lograba tranquilizar los ánimos del bárbaro, casi parecía como si su instinto preparado para subsistir en la adversidad, le advirtiera una vez mas, que el caos estaba a punto de aflorar en su vida como un viajero que vuelve a casa después de una larga ausencia.

No supo en que momento se percató de la luz en la negrura de las paredes del castillo, pero era seguro que la señal llevaba allí algunos minutos, a lo mejor se había dormido, o tal vez se encontraba absorto en sus pensamientos cuando su aliada en el palacio había dado la señal de alarma preconcebida, y cuando su mano buscó a tientas en el bolsillo de la camisa negra donde guardaba el silbato de plata, el nerviosismo sin sentido que albergaba se hizo mas que patente, al fin y al cabo era la primera vez que acechaba en la oscuridad sin intenciones de atacar al blanco o de cazar una presa, las manos del bárbaro de rubia cabellera temblaron, haciendo que el delicado instrumento cayera entre los matorrales perdiéndose de vista. Se inclinó entre los arbustos en una inútil búsqueda que le hizo perder preciosos minutos mientras revolvía las plantas a sus pies, y solo cuando en la negrura del castillo recortada contra la oscuridad de la noche abrió las fauces de su entrada principal para dejar salir a seis jinetes que llevaban sus monturas a trote hacia la mansión, comprendió lo peligroso de la situación de sus compañeros.

Darksoler corrió hacia la construcción de ladrillos, intentando al tiempo mantenerla entre los jinetes y él mismo para evitar así ser descubierto en su lucha por alertar a sus cómplices, por desgracia, cuando alcanzó la parte inferior de la ventana donde colgaba la cuerda utilizada por los ladrones, ya era demasiado tarde para ascender por ella, aun con las ropas negras que le había dado Morrance, su silueta podía distinguirse de los ladrillos rojos y precipitar un desenlace caótico, así que decidió escurrirse pegado al muro de la mansión hasta encontrar la puerta de servicio que había visto anteriormente, y una vez frente a ella, apoyó con suavidad el hombro derecho contra el centro de la plancha de madera y afianzó sus pies calzados en las cortas botas de cuero suave que el maestro de ladrones le había procurado para esta ocasión, empujo contra la puerta lentamente, mas preocupado por el ruido que pudiera hacer la madera al quebrarse que por la posibilidad de emprender una labor mas allá de sus capacidades físicas, sus pies resbalaron un par de centímetros sobre el suelo, y su cuerpo aumentó la presión sobre la puerta arrancando de esta un crujido seco cuando la madera cedió ante la fuerza del muchacho dándole paso franco hacia sus cómplices.

El joven Bardar Hu no conocía la disposición de las habitaciones de la casa, y pensó que seria bastante perjudicial deambular sin luz por cuartos repletos de pieles de animales muertos, botellas de licor y muebles decorativos que obstaculizarían su paso, así que dando paso a su mente simple, ingreso un par de metros a la casa, llevó sus manos abiertas a ambos lados de su boca y gritó:

-       Artos, Prat, es hora de huir, han regresado. – y una vez cumplida su misión, salió por donde había entrado buscando distinguir en la oscuridad la posición de los jinetes que debía vigilar.

 

A dos pisos de altura, la pareja de ladrones escuchó la alarma de su compañero, suspendieron la búsqueda en cajones y baúles de cuanto objeto de valor pudieran hallar, y se dirigieron hacia la ventana donde se encontraba la cuerda por donde habían entrado, el botín principal ya estaba asegurado, aun con el contratiempo que había ocasionado el que el ácido de Morrance tardara mas de lo esperado para abrir la ventana. Artos fue el primero en descender por la cuerda, y aun no alcanzaba la mitad del trayecto hacia el suelo cuando el grupo de jinetes arribó a la entrada de la casa, desmontaron con la dificultad que trae consigo un cuerpo lleno de alcohol, el jinete mas gordo se encargó de tomar las riendas de las monturas y de dirigirlas al edificio vecino, una construcción pequeña hecha en madera que hacia las veces de caballerizas, mientras que otro de los jinetes, un hombre alto y flaco que portaba a su espalda un laúd de cuello largo, y una daga curva en su cintura, se aproximó a la puerta principal de la mansión al tiempo que buscaba la llave correcta entre el manojo que tenia en la mano.

Darksoler no tuvo tiempo para preparar un mejor plan, esta vez no midió mentalmente las fuerzas de sus oponentes con las propias, simplemente cargó contra el individuo del laúd aprovechando el caos que la sorpresa pudiera causar, el antebrazo del bárbaro golpeó al juglar en el cuello derribándolo al suelo; El joven Bardar Hu giró sobre si mismo para encararse al resto de jinetes, encontró a un individuo viejo y calvo mirándolo con ojos desorbitados mientras su cerebro sumergido en el ensueño del alcohol intentaba dilucidar el argumento de la obra que se representaba ante él. Como respuesta a la mirada, Darksoler soltó una fuerte patada a los testículos del borracho, obligándolo a doblarse en dos, caer al suelo y abandonar la borrachera, todo en menos de dos segundos.

El muchacho sabía que no podría ganar una pelea contra el grupo de hombres si les daba el suficiente tiempo como para despabilarse, pero si podía dejar a uno o dos fuera de combate en pocos segundos, y huir hacia el punto de reunión antes de que todo el grupo se encontrara en completo uso de sus facultades, no solo le daría a Artos y Prat el tiempo que requerían para escapar, si no que causaría suficiente confusión para dificultar las pesquisas del día siguiente, y obtendría la ventaja necesaria para alcanzar el bote en el lago donde los esperaba Kerene.

En ese justo instante, Darksoler escuchó el sonido largo y agudo del silbato de Artos, la señal preestablecida de que la pareja se retiraba hacia el bote, por lo que el bárbaro giró sobre sus talones y corrió con todas sus fuerzas en dirección al camino que bajaba hasta el lago, Los jinetes intentaron detenerlo cuando pasó entre ellos, pero sus reflejos embotados de alcohol no pudieron competir con el muchacho de las heladas tierras del norte, y aun tardaron unos quince latidos del corazón de un hombre en reposo para organizarse lo suficiente en sus monturas y empezar a perseguirlo.

Darksoler bajó corriendo por el camino a toda la velocidad que le podían dar sus largas y musculosas piernas, casi podía ver el borde del lago, la silueta del bote de remos guiado por Kerene y a los dos ladrones que se subían a el con toda la premura que invoca el peligro de una noche de aventuras, en ese momento fue consiente del ruido de cascos de los caballos que corrían en su persecución. Se esforzó por obtener mas velocidad de su cuerpo aun a sabiendas de que las bestias le darían alcance en pocos segundos. En el bote, una mirada anhelante de Prat a la chica que sostenía los remos y que observaba con detalle como los jinetes ganaban terreno sobre su presa fue cerrada con una sola frase de la muchacha:

-       No zarparemos sin él, y si debemos morir, este lago es una buena tumba.-

En un ultimo esfuerzo, y cuando el bárbaro se encontraba a la distancia de una lanza de justa tanto del bote que simbolizaba su salvación como de los cazadores que lo perseguían, Darksoler saltó hacia delante, su cuerpo describió una curva en el aire mientras Kerene le daba un solo y fuerte impulso a los remos para alejarse del galope de los perseguidores, y aterrizó en el agua, justo al lado del bote, desde el cual Artos sujetó su mano para ayudarlo a subir a bordo mientras se alejaban de la playa, donde los moradores de la mansión soltaban insultos y sacudían sus cabezas dejando atrás el efecto embriagante de las bebidas. Uno de ellos, un hombre de brazos fuerte y barba rizada con la vista fija en el bote que se alejaba hacia el centro del lago, se dirigió a sus compañeros con la naturalidad de quien está acostumbrado a ordenar las cosas en pocos segundos para obtener buenos resultados, su orden se cumpliría a la perfección:

-       Ellos piensan que han escapado, sigámoslos a la distancia, ya veremos que atrapamos – luego, dirigiéndose a uno de sus compañeros agregó – será mejor que despiertes a Ken, dile que la cacería se adelantó-

El bote de remos se alejaba a ritmo constante sobre las tranquilas aguas del lago, Darksoler y Prat habían remplazado a Kerene en el uso de los remos mientras la muchacha y Artos revisaban las joyas que contenía la pequeña caja de oro sólido, los muchachos soltaron una exclamación al descubrir dentro de la caja, una bolsa de cuero llena de pequeños diamantes.

-       Esto es una fortuna muchachos – dijo Kerene al ver las piedras que sostenía en su mano. – si Morrance hace las cosas bien, podremos irnos de esta región y vivir a lo grande.

-       Guarda eso Kerene – alego Prat a la muchacha en tono serio. – no podremos tocar esas piedras por un tiempo, hay que esperar que todo se enfríe.-

-       ¿Cuál es el objeto de robar si no se puede disfrutar del éxito?- interrumpió Darksoler para quien el riesgo de tener que enfrentarse a los legítimos propietarios de los diamantes no era mas que otro tramite necesario, podía ser postergado un tiempo, o podía resolverse en minutos con la ayuda de una espada.

Los ladrones ignoraron la pregunta del bárbaro de la misma manera en que los adultos lo hacen con los reclamos de un niño, el tiempo que habían convivido con él les había enseñado que algunas ideas tardaban un poco en entrar a la cabeza de su nuevo compañero.

-       Escúchenme todos – interrumpió Artos – al llegar a la otra orilla nos separaremos, y cada uno buscara su propio camino hasta la guarida, eso confundirá mas el rastro si nos están siguiendo, y ustedes dos – dijo mientras dedicaba una mirada a Kerene y a Daksoler – seguirán caminos diferentes, no es el momento de quedarse en el bosque jugando a los enamorados.

Minutos mas tarde, la pequeña embarcación tocó la orilla del lago, cuatro figuras embozadas en negras capas que dificultaban su identificación saltaron a tierra y se dirigieron al bosque que se extendía a pocos metros de limite del agua, la bruma nocturna comenzaba a formarse en torno a los árboles como un cómplice silencioso que buscaba encubrir al pequeño grupo de jóvenes criminales. Las negras siluetas se separaron rápidamente, se dispersaron en la noche con la misma facilidad con que se deshace una pesadilla al despertar quien la sufre, pero mientras se alejaban unos de otros, un lejano aullido se hizo escuchar rompiendo la calma, como augurando que aquella aventura aun no había visto todos sus actos consumados.

 

Las horas que siguieron en la vida de Darksoler siempre fueron recordadas con dificultad, como ensombrecidas por las fuertes emociones que lo embargaron, y años después, cuando la magia y la aventura habían inundado su vida de la misma forma en que el agua lo hacia con las alcantarillas de la poderosa ciudad de Lorthath durante los meses de invierno, y aun en los años en que sus acciones podían cambiar el curso del actuar de los mas poderosos seres del mundo, recordaría estos momentos como los mas angustiantes de su existencia, siempre preferiría la fuerte excitación del combate, cuando el caos, la sangre y la furia se desbordan de las venas de las personas a la inquietud interminable de aquella mañana cuando después de siete horas de haberse separado de Kerene, esta aun no llegaba a la guarida de Morrance, y jamás lo haría.

Rompiendo todas las reglas en el arte del robo, el maestro de ladrones se arriesgó a llevarse a sus pupilos al pueblo durante la tarde del día siguiente al golpe en la mansión de los invitados del Barón del castillo, sabia que era un error, que cualquiera con algo de perspicacia podía atar los cabos para relacionar a sus chicos con el robo, pero la necesidad de obtener cualquier noticia de la desaparecida muchacha era imperante en aquellos momentos, a demás sabia que su presencia le podía dar algo de estrategia a aquella operación, y en caso de haberse negado, el bárbaro lo habría intentado solo de todas maneras. Sus esperanzas habían desaparecido a medio día, cuando Marín se presentó en la guarida después de haber pasado toda la mañana siendo interrogada junto a todos los empleados que habían laborado la pasada noche en la fortaleza, esperaba que la pequeña carterista le dijese que Kerene había sido capturada para empezar a planear como liberarla de las mazmorras, pero la joven le aseguro que los guardias del castillo no habían capturado a nadie aun.

Aun que Morrance había vivido mucho, antes de radicarse en ese pequeño y olvidado pueblo, nada lo preparo para el momento en que entró a la plaza central y encontró el cadáver de la bella Kerene depositado en el suelo y rodeado de curiosos, la gente le abrió paso a los nuevos espectadores, y el maestro de ladrones buscó con la mirada al gigantesco Bardar Hu, el muchacho mantenía un rostro sombrío, su mirada estaba fija en las heridas que mostraba el cadáver de aquella que había compartido las noches a su lado en un rincón del dormitorio de los ladrones en aquel oscuro cubil que mantenía Morrance. Los brazos y el cuello de la niña-mujer que le había enseñado a amar en aquellas noches se encontraban desechos por fuertes marcas de mordiscos de alguna bestia feroz. El muchacho bien pudo haberse perdido en ese momento de la misma forma en que le ha pasado a otros que ven como su mente se aleja de la realidad cuando sufren una gran perdida, pero una frase dicha entre la gente le sirvió de ancla con esta existencia.

-       La mató el lobo, los amigos del barón la encontraron esta mañana.-

Dentro de la mente de Darksoler la frase resonó una docena de veces, y por ultimo, la parte final quedó sola, en ese momento su fría mirada volvió a tomar aquel color azul brillante que le era característica, se acercó a Morrance y le dijo:

-No me esperes, voy al bosque de cacería, hombre o lobo, ya está muerto.-

Fue en ese instante que el maestro de ladrones se hizo consiente de lo que acababa de pasar, durante las pasadas semanas, aquel muchacho había cambiado un mundo salvaje que dominaba por otro mas peligroso para alguien como él, y lo había hecho por que en ese nuevo mundo habitaba la única persona que se le había mostrado amorosa durante los últimos años; ahora alguien se había atrevido a quitarle a aquella fiera la única cosa que lo mantenía bajo control, era como haber liberado a una bestia salvaje después de que le han quitado la presa que se disponía a comer.

 

El bosque estaba particularmente silencioso aquel día, era como si la naturaleza quisiera expresarle su más sentido pésame por la perdida de su amada a aquel joven bárbaro que exploraba sus entrañas en busca de un asesino cualquiera, fuera hombre o bestia. Aunque para aquel momento, Darksoler se hallaba mas convencido de que lo que buscaba se acercaba mas a lo primero que a lo segundo. La evidencia también apoyaba su teoría, algunos kilómetros atrás había hallado un sutil rastro de sangre, y lo siguió hasta encontrar una tumba reciente, la tierra aun estaba húmeda, su poca profundidad le indico que se trataba de un trabajo hecho de prisa, pero lo que mas le sorprendió fue encontrar el cadáver de un Mastín de pelambre oscura que aun conservaba el puñal de Kerene entre sus costillas, y rastros de la sangre de la muchacha entre sus fauces. Desde ese momento, El gigante de cabellera rubia supo que se enfrentaba a un enemigo más racional de lo esperado, después de todo, sus años en solitario, viviendo como un salvaje le habían enseñado que ningún animal agonizante cava su propia tumba.

Durante las siguientes horas, Darksoler exploró el bosque siguiendo una trayectoria en espiral desde el sitio donde descubrió la tumba, sabía que con un poco de suerte encontraría otra pista, y suele suceder que la diosa fortuna sonríe a aquellos que basados en su esfuerzo, buscan su favor, tal vez por eso, el guerrero Bardar Hu encontró la entrada a aquella cueva al caer la tarde. Se trataba de una formación natural en una montaña rocosa, pero lo que llamó la atención del guerrero, era que había sido disimulada con ramas de árboles y otras malezas. Darksoler se esforzó en hacer el menor ruido posible cuando retiró solo las ramas indispensables para ingresar en la cueva. Adentro todo se encontraba bajo el velo de la más profunda oscuridad, pero sus agudos sentidos percibieron el apagado gruñido de alguna bestia guardiana. Con medido cuidado se introdujo en aquella abertura en la roca sólida llevando por delante de su cuerpo un puñal desnudo, que se había procurado en la guarida de Morrance antes de salir. Pegó su hombro derecho al muro del mismo lado de la caverna para regular de esta manera su avance y evitar perderse, y con todos los sentidos en tensión, se dedico a avanzar palmo a palmo en las entrañas de aquel lugar.

Los minutos pasan de manera diferente para aquellos que enfrentan al peligro, razón por la cual Darksoler no pudo precisar cuanto tiempo había trascurrido desde su ingreso en la cueva, sin embargo debía de ser considerable, puesto que al ingresar lo rodeaba la mas absoluta oscuridad, y en estos momentos podía distinguir un ligero brillo de luz en la distancia. El bárbaro se aproximó con cuidado, solo para descubrir que la luz emanaba de una lámpara de aceite suspendida del techo por una cuerda de cuero, y que desde este sitio, los gruñidos que lo acompañaban desde que había ingresado en aquella versión de infierno subterráneo, parecían sonar más fuertes. Tras un recodo de la caverna, encontró otra habitación iluminada de la misma manera que la anterior, pero lo que hacia a esta especial, era la serie de jaulas de hierro que, distribuidas alrededor de la estancia, albergaban a cinco feroces mastines que gruñían y ladraban al bárbaro al tiempo que le enseñaban sus colmillos, como queriendo advertirle que su presencia no solo no era bienvenida en aquel lugar, además era considerada una afrenta personal para las bestias.

Súbitamente, como si hicieran parte de una coreografía macabra, todos los animales callaron, y su empeño por agredir al guerrero Bardar Hu, hasta el momento solo impedido por los gruesos barrotes que los rodeaban, fue trasformado en una dócil actitud de espera mientras los caninos descansaban sobre sus cuartos traseros. Darksoler giró sobre si mismo buscando la fuente milagrosa que había obrado semejante prodigio; en su infancia había escuchado historias de poderosos ermitaños cuyos lazos con la naturaleza les permitían controlar a las bestias e incluso transformarse en ellas, pero siempre creyó que se trataban de fábulas de los ancianos, ahora se encontraba buscando con la mirada entre las oscuras esquinas de aquella caverna, la figura de uno de aquellos seres de leyenda, para su sorpresa se encontró con la figura del sujeto de barba rizada y brazos fuertes que había visto entre los hombres del hijo de Barón. Si bien durante sus años como aventurero, Darksoler nunca destacó como un estratega especialmente brillante, lo cierto es que tampoco lo hizo por ser un hombre de lento proceder, en menos de un segundo su mente de bárbaro ya había encontrado un responsable de la muerte de Kerene, y no perdería tiempo en aplicar su propia justicia. El bárbaro cargo sobre el individuo barbado con la esperanza de que el cuello del sujeto soportara durante algún tiempo el apretón que sus manos pensaban darle, pero esta vez se hallaba ante un verdadero guerrero, un hombre que con anterioridad había enfrentado situaciones como esta. El sujeto, que respondía al nombre de Malgrant había sido por años oficial entre las fuerzas de la reina Eleonor; se había enfrentado a la muerte con la forma de piratas, bandidos, orcos y minotauros, Aquel ataque no era algo que pudiera preocuparle. Malgrant sacó de la caña de su bota izquierda una pequeña daga, cuya hoja no llegaba a los ocho centímetros, pero que goteaba aun de cierto preparado del cual muy pocos por fuera de la sociedad de asesinos del ojo rojo tenían conocimiento. El veterano guerrero lanzó en una fracción de segundos la hoja contra el cuerpo del bárbaro que lo atacaba, quien en su frenesí de lucha incluso alcanzó a pensar que no sería aquella pequeña arma lo que evitaría que matara al sujeto de la barba.

Darksoler derribó a su barbado contrincante, tras él descubrió que se extendía una escalera tallada en piedra que ascendía, pero no logró que sus manos de acero se aferraran en el cuello de su victima, el mundo que lo rodeaba, decidió de pronto acelerar su velocidad de rotación desorientando al gigante de cabello dorado hasta que perdió el sentido.

Malgrant debió utilizar casi toda su fuerza para quitarse de encima el cuerpo inconsciente de Darksoler, perdió algunos segundos asegurándose de que el muchacho aun vivía, retiro su daga del cuerpo del bárbaro revisando la gravedad de la herida y felicitándose por no haber lastimado ningún órgano vital con su ataque,  después buscó entre las oscuras esquinas de la cueva una cuerda con que amarrar a su nuevo prisionero, debía hacerlo a conciencia, pues aun tardaría algunos buenos minutos en subir por la escalera de piedra hasta el túnel que llevaba al castillo, Ken se alegraría al saber que podría disfrutar de otra cacería al día siguiente, y para el, no dejaba de ser un placer proporcionar diversión al hijo de su amo.

 

Darksoler despertó minutos antes de que el sol del alba iluminara el cielo, pero solo dio muestras de haberlo hecho cuando se encontró seguro sobre su nueva situación. Por el tacto supo que se hallaba sobre un suelo de tierra húmeda, por cual dedujo que debía tratarse del bosque, sus manos se encontraban atadas con firmeza, pero sus piernas se hallaban libres, fue entonces cuando le hablaron:

-       Levántate ya ladrón, sabemos que no estas dormido-

Una vez que su vista se aclaró, el joven Bardar Hu descubrió que se encontraba en el centro de un claro del bosque, lo rodeaba un temible grupo de jinetes que ya le era bien conocido, se trataba de los amigos del hijo del barón, solo que era la primera vez que podía dedicarles el tiempo suficiente para estudiarlos en detalle; Eran en total ocho personas, se hallaba liderando al grupo el joven rubio de cuerpo delgado, su mirada expresaba esa clase de carácter habituado a dar ordenes con la seguridad de que otros las harán cumplir,  a su lado se encontraba la hermosa mujer de cabello rubio platinado,  Darksoler descubrió que aun llevaba su látigo colgando de la cintura, y se preguntó que tan buena podía ser esa mujer que lo observaba con evidente interés en el uso de un arma claramente cruel, al otro lado del joven barón cuidaba su flanco el sujeto de barba negra y brazos fuertes que lo había vencido en la cueva, también se encontraba allí el individuo alto y flaco que el guerrero de las tierras heladas había derribado en su ataque de hacía unas noches, reconoció al hombre calvo y viejo a quien había pateado en los testículos, junto a ellos, descubrió a un hombre gordo, portador de una cicatriz que cruzaba su cara desde la oreja derecha hasta la comisura de la boca del mismo lado, Darksoler vislumbró  en la mirada de este sujeto la clase de atracción por el sufrimiento ajeno que solo se encuentra entre las mentes enfermas, cerraban el grupo un par de gemelos vestidos con la misma túnica de color púrpura y pantalones de cuero negro, solo era posible diferenciarlos gracias a que cada uno portaba una pequeña argolla en una oreja, solo que uno la utilizaba del lado izquierdo y su hermano lo hacia del lado derecho.

A Darksoler no lo inquietaron los hombres, ya antes se había enfrentado a hombres tan sanguinarios como estos, y por otro lado, las enseñanzas de su pueblo sobre la muerte, incluían mejores territorios y cacerías mas abundantes, pero cuando escuchó los ladridos de los mastines y los descubrió atados a un árbol unos metros detrás de sus captores, cerca de donde había un grupo de corceles para sus captores, supo que aquello no tendría un final rápido, y que aquellos individuos pretendían divertirse un poco antes de acabar con él. En ese momento el joven rubio le habló sin siquiera desviar su mirada de la mujer que lo acompañaba.

-       Vamos a cazarte, ladrón. Y una vez que lo hagamos, dejaremos que los perros roan tus huesos, el cazador que te abata, recibirá cien monedas de oro de recompensa. Te daré tanto tiempo de ventaja como tarde en tomar un aperitivo en compañía de la hermosa Vicónia, así que corre, huye como la liebre que eres.-

Cuando el Guerrero Bardar Hu escuchó al hijo del barón dirigírsele en ese tono, sin siquiera mirarlo a la cara, sintió que toda la humanidad que Kerene le había creado durante los últimos días, se rompía en un segundo para ser reemplazado por la experiencia adquirida por años de vivir como un animal.

Darksoler se alejó unos seis metros del grupo de cazadores que lo rodeaba hasta que encontró lo que buscaba, una roca lo suficientemente afilada para romper sus ligaduras, lo cual logró en pocos momentos, una vez que se encontró libre de las ataduras, regresó al centro del circulo de cazadores y con la paciencia del verdadero cazador, espero a que Ken terminara de beber de su cantimplora.

El hijo del barón se encontraba en mitad de un trago largo de vino cuando se percató de que su presa no había empezado a correr, así que interrumpió su bebida y se dirigió a su prisionero:

-       ¿Qué esperas para huir?, en minutos vamos a perseguirte hasta darte muerte, corre por tu vida pequeña liebre –

-       No correré para tu diversión – respondió el gigante rubio – si puedes darme muerte, entonces me llevare la alegría de que fui yo quien escogió el sitio donde invoqué a la parca.-

-       Como tu quieras liebre, si deseas morir aquí, entonces así será.- luego dirigiéndose a todos sus hombres dio un solo grito- ¡Ataquen!

La reacción mas rápida fue la de Malgrant, el veterano había levantado una ballesta pesada y no perdió tiempo en apuntarle a un órgano vital del bárbaro, solo quería lastimarlo lo suficiente para evitar que pudiera defenderse a cabalidad. Pero Darksoler percibió el movimiento del guerrero, así que se inclinó para salir de su línea de fuego, la veloz saeta voló con decisión, pero su blanco ya no estaba allí, así que siguió su camino para clavarse en el cuello de uno de los gemelos, el cual solo tuvo tiempo de poner sus ojos en blanco antes de exhalar su ultimo aliento; su hermano lanzo un grito de terror al ver como su compañero de toda la vida dejaba de existir, pero el sonido se trasformó en dolor al sentir la férrea mano del Bardar Hu sujetarlo firmemente por la argolla de su oreja y atraerlo sobre si, el gemelo solo pudo ver como Darksoler utilizaba su cuerpo para protegerse de la pesada espada a dos manos que esgrimía el gordo de la cicatriz, el esgrimista, aunque bastante pesado, carecía de la fuerza para detener un golpe de su arma una vez que lo había lanzado, por lo cual la larga hoja atravesó al gemelo desde el cuello hasta el torso, enviándolo a reunirse con su hermano en el mas allá.

El guerrero Bardar retiró una daga de la cintura del cuerpo sin vida que sujetaba antes de dejarlo caer, se tomó una fracción de segundo para evaluar la situación a su alrededor, descubrió que Malgrant desenvainaba su espada corta, a su espalda el viejo de cabeza calva cargaba contra él con una pesada maza de combate en su mano, y el gordo de la espada a dos manos se preparaba para soltar otro mandoble de su pesada arma. En los rostros de Vicónia y Ken, solo podía leer miedo y confusión, al parecer las cosas no estaban saliendo como las habían planeado.

Con un movimiento que habría hecho poner “verde” de envidia a una cobra, Darksoler sujetó al gordo por la muñeca y el cinturón al mismo tiempo, y en una muestra de fuerza sin par, lo lanzó contra el viejo calvo que esgrimía la pesada maza en su contra, el arma le reventó la cabeza al obeso cazador, dejando perplejo a su anciano dueño. La carga de Malgrant fue detenida por la daga que se clavó en su ojo derecho llegando hasta su cerebro y causándole una muerte instantánea, al fin y al cabo, Darksoler no sabia nada de dagas envenenadas que hacían dormir al blanco en segundos, cuando el esgrimía un arma era con el fin de quitarle la vida a alguien. El veterano guerrero de la guardia de la reina Eleonor aun no había caído al suelo cuando el bárbaro le quitó su espada corta de la mano, se dirigió hacia el anciano calvo que miraba su maza con incredulidad, y esperó a que este lo mirara antes de abrirle el cráneo de un solo tajo. Fue entonces cuando el gigantesco Bardar Hu sintió el ardor en su brazo izquierdo, su mirada se desvió del ultimo de los muertos del combate para descubrir el sitio donde su látigo se enroscaba en el brazo, vio la mirada cargada de odio en los ojos de Vicónia y alcanzó a ver a Ken montar presuroso en su caballo, Darksoler tiró del látigo con decisión y el cuerpo de la muchacha voló por el aire antes de ir a clavarse en la hoja de la espada corta que le atravesó el pecho. Su único error había consistido en creer que ese látigo bastaba para intimidar a su enemigo.

El bárbaro no persiguió al hijo del barón, prefirió dejarlo que huyera, corriera y se escondiera en su madriguera como una liebre, el sabía muy bien donde encontrar lobos feroces para esa cacería.

 

El sol aun no llegaba a su punto mas alto en su recorrido diario cuando el gigante de cabellera rubia entró al pueblo cabalgando una de las monturas de sus difuntos captores, los otros caballos lo seguían, cargando sobre sus lomos los cadáveres de aquellos que  habían intentado hacer de el una presa de caza, llevaba sobre su cuerpo las armas de sus enemigos, ese era su botín de guerra, lo único que deseaba de aquel lugar. La gente se arremolinó a su paso, pero lo que mas atrajo su atención, fueron las cinco cabezas sangrantes de feroces mastines que arrojó frente a si mismo una vez que creyó tener suficiente publico. Entonces habló con voz fuerte y clara:

-       He aquí los lobos que os atosigaban.- dijo señalando a los cuerpos sobre los caballos – y aquellos otros eran sus inocentes herramientas. A los primeros los reconoceréis, han estado trayendo cadáveres de aquellos asesinados por los lobos, cuando los únicos lobos aquí eran ellos mismos, los animales ya no pueden hacerles daño, pero aun hay un lobo suelto, si el dolor por sus hijos, esposos y padres asesinados no es menor que el mío por Kerene, tomad las antorchas y los palos, y vamos por el lobo que se oculta en su cubil.

La gente gritó con unísona furia, en las manos crispadas por el llanto y el dolor aparecieron armas, y se movieron como un solo cuerpo en pos de su presa. Contrario a lo que cabria esperar, Darksoler no cargó contra el castillo, sabía que su presencia ya no era necesaria en aquel lugar, los guardias del bastión eran en su mayoría, parientes de la gente del pueblo, y se volvieron contra su señor en cuanto comprendieron el motivo de su ataque.

 

Desde una colina distante, Morrance y Darksoler contemplaron el incendio del castillo y el momento en que la turba embravecida ahorco al hijo del barón colgándolo de una cuerda frente a su fortaleza en llamas.

-       Hay algo que no comprendo…- dijo Morrance al joven bárbaro mientras lo veía preparar su poco equipaje para su viaje. –…te dieron la oportunidad de huir, pudiste hacerlo y buscar nuestra ayuda, ¿Por qué no lo hiciste?-

-       Ken se equivocó…-respondió Darksoler sin volver la mirada- …yo no soy una liebre, nací en el mes del lobo, y cuando acorralas a un lobo, este no huye, se vuelve y ataca. -

Una sonrisa se dibujó en los labios del maestro de ladrones, el era un hombre de la civilización, el había reconocido la intención en las palabras del hijo del barón cuando Darksoler le relató lo sucedido, pero solo ahora comprendía a cabalidad los hechos, todo el plan de Ken había fallado por utilizar la palabra inadecuada contra el sujeto incorrecto, para un bárbaro, su tótem de nacimiento era tan valioso como parámetro de vida cual podían serlo las normas sociales para uno civilizado, El Bardar Hu solo había actuado como se esperaba de alguien nacido en su fecha, y eso había precipitado la muerte de los cazadores.

-       Toma esto – le dijo Morrance a su estudiante al tiempo que le largaba una pequeña bolsa de cuero. – contiene tu parte y la de Kerene en el ultimo trabajo, te servirán de algo a donde quiera que vayas. Este lugar no es para ti, hay aun mucho fuego en tu sangre, yo vengo de Lorthath, al sureste  de aquí, pasando las montañas nevadas, ve allá, ese lugar es mas como tu que esta pequeña aldea.-

El bárbaro tomó la bolsa de cuero, la guardó bajo su camisa, apretó la mano de su amigo, montó en el caballo y se alojó sin volver a mirar al fuego que brillaba en la lejanía. Se dedicó a pensar en aquella ocasión en la oscuridad de la guarida de los ladrones en que después de una fuerte sesión de caricias, Kerene le preguntó:

-       ¿te marcharas cuando todas tus heridas hayan cicatrizado?-

-       no tengo por que marchar a ningún lado, contigo aquí nada me hace falta – había respondido.

Ahora se hallaba una vez más en camino a lo desconocido, a la aventura y al peligro, y nunca se había sentido mas vivo. Esto solo podía demostrar que su amor por Kerene era frágil, y de ese amor solo había obtenido debilidad, a su muerte se había vuelto fuerte otra vez, y sus enemigos lo habían atestiguado. Debía tener cuidado de que no volviera a suceder.



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