WARSHAK: SE LA LLEVÓ UN LADRÓN
Al norte de Valentharía, más allá del estrecho de los
vientos existe una tierra montañosa y poco fértil, sus valles son pantanos
nauseabundos que de vez en cuando se trasforman en junglas infestadas de
reptiles, sus costas forman poderosos acantilados que dificultan el comercio,
pero ese mismo fue el sitio de uno de los eventos menos conocidos de los días
de la Guerra del Fin del Mundo. Los sucesos ocurridos durante muy pocos días en
un lugar de aquella escarpada costa rodeada por jungla obraron un cambio en los
planes de invasión a Valentharia, eso nunca saldrá en los libros de historia,
pero yo lo vi, a mí nadie me lo dijo, y he aquí lo que ocurrió.
El castillo Darkhen Klar se alzaba sobre un abismo de
60 metros frente al mar, su arquitectura a base de columnas largas y espigadas
unidas por un alto y estrecho muro remembraba a la mano de algún gigante
infernal que yaciere entre el océano y las montañas y que reclamara ayuda al
cielo con su último aliento. De las fauces del castillo partía una construcción
en piedra y madera que zigzagueaba hacia abajo por la empinada pared del
acantilado hasta culminar en un poderoso muelle que en aquel momento albergaba
una docena de fieros galeones de guerra fuertemente armados de los cuales salía
y entraba un ejército de soldados y marinos cual hormigas en los últimos días
del otoño.
La fortaleza era presa de la misma ebullición, de sus
torres y minaretes surgían mensajeros que hacían señales con banderines a
oficiales de menor rango encargados de dirigir las tropas de infantería
ataviadas con armaduras de color sable y escarlata. Unos diez mil soldados más
sus oficiales, cocineros, herreros, monturas y mensajeros se preparaban para
una operación militar a ritmo frenético, con la misma precisión que una
coreografía bien ensayada y al frente de todo esto, un solo hombre; El Coronel Hermann
Ironfehr, un sujeto de hombros anchos, bajo en estatura y con un estómago que
había crecido en los últimos dos años el doble de lo que crecen los de las
mujeres embarazadas en nueve meses. Ironfehr no destacaba por su habilidad
guerrera, pero era un experto en logística que ganaba las batallas por la
preparación y el equipo adecuado tanto de la fuerza atacante como del terreno que
ocuparía la misma y de los papeles de cada uno de los actores en esta;
reservándose claro está los lugares más seguros de la retaguardia.
Todo esto bastaría para cautivar a cualquier
espectador, era un espectáculo realmente impresionante, pero había un elemento más
capaz de robarse el centro de atención cual bailarina desnuda en un funeral
élfico. Flotando a unos veinte metros sobre el acantilado, sujeta a la
superficie por una pesada ancla con cadena, un peñasco de unos treinta metros
de lado sobre el cual se erguía una pequeña fortaleza de muros anchos de cuyas
fauces y fondo surgían numerosas bocas de cañones. El sólo nombre infundía
temor, se trataba de la poderosa fortaleza del Ígneo Fragor, un arma con la
cual se podían rebasar las defensas tradicionales de la mayoría de los reinos
con suma facilidad para posteriormente descargar fuego y tropas en su mismo
corazón, un castillo de asedio volador, impulsado por magia y fuertemente
armado, el sueño de cualquier señor de la guerra.
Era justamente la poderosa carta secreta de esta
fortaleza voladora lo que daba mayor tranquilidad al Coronel Ironfehr, su única
preocupación era la reunión de esa tarde con el hombre encargado de controlarla
y de dirigir el ataque aéreo, el Almirante Nahtal Bocanegra, un individuo ágil
y correoso, de cabello largo y negro, ojos profundos y penetrantes, boca
delgada y manos poderosas enfundado en una armadura carmesí, y acompañado
siempre de una espada de ciento diez centímetros de largo y ocho de ancho con
guardamano en forma de murciélago que colgaba de su cadera. Bocanegra había
arribado al castillo hacía dos días con su guardia mermada tras una emboscada
en la jungla en la que un reducido grupo de atacantes había acabado con catorce
de los veinte hombres de su escolta personal, guerreros curtidos en fieros
combates que murieron como niños ciegos peleando contra un tigre de dos
cabezas.
La sala de audiencias del castillo Darkhen Klar, el
corazón de esta historia seguramente vio
mejores épocas, pero cuando un sitio alberga durante algún tiempo a soldados
más preocupados por brindar la muerte a sus enemigos y placer a su cuerpo que
por el aseo de su entorno, rápidamente se logra almacenar en las esquinas de
las habitaciones, tras las cortinas y bajo las mesas, residuos de alimentos,
restos de bebidas y otros líquidos corporales y por supuesto, alguna que otra
materia fecal.
El Almirante Bocanegra había ordenado despejar el
centro del salón, aumentar el número de velas, traer una mesa grande y
organizar sobre ella los mapas de la ciudad de Lorthath y un plano del castillo
de Lendal. El almirante, apoyaba la palma de las manos sobre el borde de la
mesa mientras movía sus ojos con la cabeza gacha sobre los planos de sus
objetivos de batalla como esperando una revelación mística que le informara el
camino apropiado para alcanzar el éxito con el menor número de bajas. A su
lado, un par de asesores le explicaba la disposición del terreno, las
dificultades que trae navegar en las aguas lorthatdianas, la distribución de
los exploradores en los campos cercanos a la ciudad y un sin fin de detalles
que el almirante trataba de mantener en su memoria cuando se abrió la puerta
del salón.
- El
Coronel Ironfehr – Anunció el cabo de guardia mientras los pasos del pesado
oficial rompían los murmullos de estudio del grupo que observaba el mapa.
- Ya
era hora Ironfehr – fue el saludo de Bocanegra. –tengo casi listo el plan de
asalto aéreo, y quisiera discutir su papel y la labor de la infantería. –
Anunció el almirante dejando claro que las decisiones ya estaban tomadas y que
la presencia del coronel no era más que un formalismo informativo.
A Hermann Ironfehr aquello no le agrado en lo
absoluto, que un sujeto recién llegado tuviera bajo su mando el arma decisiva
en aquella batalla ya era bastante, pero que también quedara situado bajo sus
órdenes y además no lo tuviera en cuenta a la hora de preparar el plan de
batalla ya era demasiado.
-Venga
Hermann, acérquese y dele una mirada esto. – propuso Bocanegra en tono más
conciliador con una ligera sonrisa en los labios que inquietó más a Ironfehr.
Media docena de pasos fue suficiente para que los planos
quedaran a la vista del coronel mientras Bocanegra explicaba los movimientos y
líneas de color trazadas con ayuda de una larga vara de sauce.
-Estos
son los galeones de asalto, como verá, tendrán la labor de atraer el fuego
enemigo hacia el este de forma inicial; tras esto, la fortaleza volante entrará
desde el norte, pasando los muros de la ciudad y centrando el fuego sobre el
palacio de Lendal – Explicó con orgullo el almirante. – las tropas de tierra de
la fortaleza atacarán a los defensores de las murallas desde atrás…
-Y, ¿Cuál será mi papel en la
batalla? – preguntó Ironfehr preocupado.
-Ahh,
usted desembarcará aquí. – afirmó bocanegra mientras señalaba un punto en el
mapa cercano a los muros exteriores de Lorthath. – Su labor será mantener fuego
intenso sobre las murallas para asegurar un mínimo de atención en los
defensores hacia nuestra entrada y a las tropas de asalto de la fortaleza. -
-Pero
almirante, ese lugar está totalmente expuesto, seré un blanco fácil, la
cantidad de daño que recibiremos será muy intensa. – replicó el obeso coronel
mientras gruesas gotas de sudor perlaban su frente.
- Su
labor reducirá el tiempo de asedio y ataque a sólo una tercera parte, nos
garantizará una seria posibilidad de capturar a la familia de Lendal y dominar
la ciudad en un solo golpe coronel. – Respondió Bocanegra. – Aunque es obvio
que una labor de tal envergadura causa temor en un soldado de juguete como
usted. –
- ¿Me
acusa de ser cobarde?, Cuide sus palabras Almirante... – Respondió alzando la
voz el obeso oficial.
-Sé
que no lo es - Afirmó con ironía - por eso confío en que usted y sus tropas
estarán listas al amanecer, trabaje a turnos dobles toda la noche y prepare la
fortaleza del Ígneo Fragor, tomaré su mando a primera hora y volaremos hasta el
punto acordado, si apresuramos el ataque será mejor - Afirmó el almirante con
una sórdida sonrisa en el rostro como aquel ajedrecista que sabe que todo el
juego ha ocurrido de acuerdo a su plan.
Tras esto, Bocanegra señaló con una mano enguantada la
salida del gran salón al coronel Ironfehr, el cual se retiró con pasos lentos y
cansinos pensando en la mejor forma de salvar el pellejo en lo que preveía que
sería una carnicería donde podía ser una res más.
La noche suele tardar poco cuando debes estar preparado
para la primera luz del alba y los minutos se volvieron latidos de corazón
acelerado para Hermann Ironfehr quien veía desde la más alta de las troneras
del castillo Darkhen Klar la ardua labor de sus hombres y como a pesar de esta en
pocas horas debería exponer su voluminoso cuerpo al frente de una feroz
batalla. Fue en ese momento cuando el cuerno de la guardia lanzó sus notas de
advertencia y pudo apreciar a los tres jinetes que se aproximaban en corceles
de guerra, dos abanderados con los estandartes de la alta guardia del Gran
Dragón Overlord y un jinete en armadura roja con yelmo y un blasón de dragón
negro en el pecho.
- Mierda,
un Lord Dragón en el castillo; esto no puede ser nada bueno. – pensó
dirigiéndose tan rápido como se lo permitía su gordura a las escaleras que lo
llevarían al primer nivel.
No acababa Ironfehr de llegar al patio central de Darkhen
Klar cuando vio frente a él a los tres jinetes, lo cual evidenciaba que se
trataba de figuras de autoridad con documentos suficientes para pasar sin
problemas los anillos de seguridad, es decir que debían ser superiores a él
mismo, por lo que el obeso Coronel esperó en posición de firme y atento a que
el principal de los jinetes; el sujeto vestido con armadura escarlata y un
Dragón color Sable marcado en el pecho se acercara montado a su posición, flanqueado
por los porta estandartes.
Se trataba de un sujeto de ojos negros y penetrantes,
cabellera abundante peinada hacia atrás y una sombra de barba de tres días que
cubría su rostro afilado y duro como la roca, esa clase de sujetos que uno ve y
sabe de inmediato que se trata de alguien con quien es mejor no meterse.
El tipo habló con una voz que bien podía ser un
gruñido de un lobo hambriento en medio de un bosque nevado al tiempo que
extendía al obeso coronel sus documentos de identificación debidamente sellados
por el emperador Dragón:
- Coronel
Hermann Ironfehr, soy el Lord Dragón Omar Garrick, director de inteligencia de
la orden de la espina del Gran Emperador Overlord. –
En un solo movimiento desmontó del corcel de batalla
que cabalgaba y se acercó al señor del castillo Darkhen Klar hasta que sus
cuerpos quedaron a un palmo de distancia uno del otro formando la pareja más
dispar posible.
Ironfehr bajo, gordo, nervioso y cansado, Garrick
alto, fuerte, seguro y listo para la acción, sólo entonces el Lord Dragón habló
de forma rápida en medio de susurros mientras sus ojos paranoides escrutaban
cada sombra a su alrededor:
- Lo
felicito por sus preparativos, pero el gran Emperador Overlord tiene razones
para creer que su ataque está en peligro, tenemos informes certeros,
confirmados por los más poderosos psiónicos de nuestras fuerzas de que el célebre
espía y ladrón de la resistencia, Warshack “Doble Garra” se ha infiltrado entre
sus hombres y planea sabotear o robar la fortaleza volante del Ígneo Fragor¨. –
-
Eso
es absurdo Lord Dragón. - Refutó Ironfehr en medio de su nerviosismo. – Ningún
hombre ha entrado o salido de este castillo desde hace 10 días, hacemos conteo
de las tropas totales cada cuarenta y ocho horas y sólo el Almirante Bocanegra
y sus hombres tiene acceso a la fortaleza volante desde que llegaron al
castillo.
- Ese
es precisamente el problema. – Susurró Garrick ladeando la cabeza y acercando
aún más su boca al oído del coronel cuya presión arterial aumentaba con cada
nuevo acontecimiento ante la expectativa de la batalla del día siguiente. – No
estamos del todo seguros de que el hombre al mando de esta operación sea
realmente el Almirante Nahtal Bocanegra; El gran Emperador Dragón cree que el
verdadero Bocanegra cayó en el ataque a su escolta hace dos días y que este
sujeto es realmente Warshack “Doble Garra”, al parecer planea sabotear la
fortaleza de Ígneo Fragor. Es fundamental que extrememos todas las medidas, el
triunfo o el fracaso del Imperio Draconil está sobre sus hombros coronel. –
- Pero
eso no es posible…- Afirmó sin mucha fuerza Ironfehr, - Conozco al Almirante
Bocanegra y sé que su lealtad con el emperador Dragón es absoluta, además estoy
seguro de que…-
- ¿Quiere
decir entonces que el Gran Emperador Dragón Overlord y los psiónicos bajo mi
mando se equivocan? – la frase salió de los labios de Garrick con un sonido más
parecido al gruñido de advertencia de un tigre que a una pregunta y la mirada
feroz que la acompañó pulverizó el poco valor que podía albergar Ironfehr.
- Nnno,
Lord Dragón, no intento contradecir al emperador; es sólo que los documentos de
identificación y las cartas de presentación del Almirante Bocanegra fueron
verificados y…-
- Robados,
falsificados; Este Warshack es un ladrón consumado. ¿Qué va a decirle al
Emperador Overlord cuando “Doble Garra” se robe la fortaleza? ¿se la llevó un ladrón?
La sola mención del poderoso y gigantesco reptil de
color negro que dirigía aquel ejército hizo temblar al coronel Herman Ironfehr
hasta la médula; Overlord era famoso por no tener piedad con los que dudaban de
su mando o fallaban al seguir sus órdenes, y el obeso coronel no quería caer en
esa desgraciada lista.
- No
hay tiempo para dudas, - rugió el Oficial en la armadura escarlata. – No
sabemos cuántos cómplices tenga “Doble Garra” en su castillo; tome un puñado de
sus oficiales de mayor confianza y aísle a cada grupo de soldados en sus
barracones, dígales que hay que contarlos y darles unas cuantas horas de sueño
antes de la acción y prepare la diana para las cuatro de la mañana, sólo
tenemos horas. – Y con un gruñido lobuno desde el fondo de su garganta
sentenció: - Yo mismo me haré cargo de ese falso “Bocanegra” coronel, su papel
es mucho más importante; retire todos los hombres de la fortaleza volante, y
prepare a sus hombres de confianza para que usted y ellos asuman la dirección
del ataque aéreo a Lorthath, usted le dará a Overlord la cabeza de los Lendal. –
Una mezcla de emociones embargó al obeso coronel
Hermann Ironfehr; por un lado, sabía que dirigir la batalla desde la fortaleza
voladora era una posición mucho menos vulnerable que desde la infantería, era
seguro que con el fuego aéreo del Ígneo Fragor la batalla estaba ganada y que
sería él quien se llevaría la gloria y los honores que Overlord derramaría
sobre quien le entregara la ciudad humana más poderosa del sur, pero no dejaba
de inquietarle el rápido cambio de los acontecimientos; horas antes era carne
de cañón en una próxima batalla y ahora era el protagonista elegido por el
destino para hacer historia en los anales del imperio draconil.
- ¡Muévase
Coronel! – ordenó con un grito el guerrero en armadura carmesí al tiempo que se
dirigía a grandes zancadas a las escaleras que lo llevarían a los alojamientos
del hombre que se hacía llamar Almirante Bocanegra.
La acción en el castillo fue rápida y precisa, Hermann
Ironfehr era un experto en logística, redactó una serie de órdenes oportunas
que en manos de los sujetos adecuados movilizó decenas de oficiales, quienes a
su vez movieron a los barracones a cientos de soldados y en poco más de hora y
media lo que días antes pareciera un hormiguero en pleno verano se convirtió en
una fortaleza quieta, callada y lúgubre. Algo muy diferente de los eventos
ocurridos en el alojamiento principal del castillo Darkhen Klar.
La pesada bota de la armadura completa de campaña
golpeó la puerta del alojamiento en la torre principal haciendo saltar el
cerrojo con una fuerza tal que habría hecho trizas un par de costillas de haber
aterrizado en un torso humano, un ojo observador habría notado que ese Lord
Dragón sabía bastante bien como patear; haciendo nacer el golpe desde la cadera
y lanzando el pie como un proyectil impulsado por muslo, rodilla y tobillo que
iba seguido por el peso del cuerpo y que apuntaba más allá del blanco.
El Almirante bocanegra se giró sobre sí mismo más por
sorpresa que por reflejo de combate y llevó la mano a la empuñadura de su espada
con guardamano en forma de murciélago en un fútil intento por defenderse del sujeto
con armadura carmesí que había derribado su puerta, pero el tipo era ágil como
una pantera, en medio segundo había cerrado la distancia que lo separaba del
Almirante y sus manos se aferraron a la muñeca que tiraba la espada afuera de
la vaina evitando que el arma se desnudara. El segundo movimiento fue clásico
en un peleador sucio y Bocanegra no lo era; no podría haberlo visto venir. Los
dos luchadores estaban muy cerca y cuando el Almirante iba a gritar pidiendo
ayuda, el Lord Dragón que había invadido sus alojamientos le dio un cabezazo
con todas sus fuerzas en el lugar donde confluyen la nariz y el centro de las
cejas. El golpe desorientó a Bocanegra y le hizo perder la fuerza en el brazo
que luchaba por sacar la espada, pero no vino sólo; lo acompañó un rodillazo
reforzado por las placas de la armadura en la boca del estómago que lo dejó sin
aire, mareado y con las piernas débiles, un codazo terrible al centro de la
espalda cambió el ritmo acelerado al que ya latía su corazón nublando su vista
y antes de que callera al suelo una violenta patada a la cabeza le hizo perder
el sentido, eso fue un descanso, lo único que alcanzó a pensar fue “este tipo
pelea como un demonio”. Todo el combate había pasado en menos de cinco
segundos.
Para cuando Ironfehr llegó a los aposentos del
Almirante Bocanegra siguiendo el ruido de la puerta destrozada, toda la acción
había pasado. La escena era increíble, Bocanegra o quien fuera que fuese estaba
inconsciente, atado y amordazado al pie de su cama, la puerta estaba quebrada
como si la hubiera mordido una mandíbula de acero en torno a la cerradura y el
Lord Dragón Garrick examinaba unos papeles a la luz de las velas; por un
segundo a Ironfehr le pareció que el reflejo de la luz en los ojos del
caballero de armadura escarlata daba un brillo rojizo y animal.
- He
aquí las pruebas de la traición – Afirmó con una sonrisa malévola en los labios
al tiempo que esgrimía media docena de papeles hacia el coronel Ironfehr. – La
correspondencia secreta entre “Doble Garra” y el castillo de Lendal. –
Con mano temblorosa el obeso oficial tomó aquellos
folios y los examinó rápidamente, sin duda eran órdenes del Duque de Lendal,
selladas por su anillo de gobierno y refrendadas por su ministro secreto, allí
estaban las firmas, en el documento le solicitaban a Warshack infiltrarse en El
castillo Darkhen Klar, ganar la confianza del coronel Hermann Ironfehr y robar
la fortaleza del Ígneo Fragor. Un sudor frío empezaba a formarse en la espalda
del coronel Ironfehr cuando tronó nuevamente la voz del Lord Dragón.
-
Se
vienen momentos importantes en su vida coronel, está a punto de tomar la joya
de las ciudades del sur para el imperio y gracias a su ayuda hemos capturado al
mas peligroso agente contra nuestros intereses, le sugiero que aísle a este
prisionero y descanse un par de horas, la gloria le espera mañana. –
Sólo en ese instante fue consciente el comandante del
castillo Darkhen Klar de cuán rápido había cambiado su destino, para la
siguiente vez que la luna cruzara el cielo, estaría recibiendo gloria, tesoros
y honores de mano del mismísimo Lord Dragón.
Media docena de órdenes fueron suficientes para que su
guardia personal llevara al inconsciente prisionero a la mas oscura y silenciosa
mazmorra del castillo y aseguraran a las tropas directas de “Bocanegra” en sus
cuarteles. Una vez acabado el rápido ajetreo, Hermann se encontró inquieto y
ansioso por las horas de espera, pero fue en ese momento cuando llegó la
oportuna compañía del Lord Dragón Omar Garrick.
-
Coronel
Ironfehr – Saludó el Lord Dragón con cierto tono de complacencia en la voz,
algo que hasta ahora no había hecho. - ¿Haría usted algo por mí? –
-
¿Yo?,
¿por usted Lord Dragón? – Fue la respuesta del sorprendido coronel. Una
sonrisa se dibujó en aquella boca feral al tiempo que Garrick explicaba.
- Mañana
estará usted en una posición privilegiada coronel, mañana tendrá una audiencia especial con el Emperador Dragón en persona, ¿podría por favor hablarle de mi y enviarle mis saludos? – El tono casi era una súplica y Hermann comprendió cuan
rápido las personas entendían el cambio en su destino. – Sólo pido eso y la
oportunidad de brindar con usted por la gloria de mañana – sentenció el Lord
Dragón al tiempo que preparaba dos copas y una botella de vino tinto que había
aparecido en su mano en un movimiento digno del más hábil prestidigitador.
Hermann
Ironfehr no podía sentirse mas adulado, todo su destino era al fin claro y
glorioso, el fruto de años de esfuerzo y trabajo enfocado se veía venir gracias
a los acontecimientos mas extraños ocurridos a tan sólo horas unos de otros. La
gloria, la riqueza, los honores, todo era claro… Excepto su vista que de pronto
empezó a nublarse.
No
fue el ruido lo que lo despertó, pero había ruido, mucho. Las tropas corrían de
un lugar a otros y las ordenes se gritaban con premura.
No
lo despertó la luz del sol ni el calor sobre su cara, pero era evidente que
había estado acostado sobre una mesa y que la luz daba directo sobre su cara
desde la ventana hacía algunas horas.
No
sentía hambre o sed, estaba perfectamente saciado, así que eso no perturbaba su
sueño.
Fue
aquel aliento caliente en su rostro lo que lo sacó del sueño placentero en que
se encontraba, era horrible, con un olor a pescados podridos, a muerte, a
olvido. Al abrir los ojos vio aquellas fauces gigantescas de color amarillo y
las facciones alargadas y pétreas del gigantesco dragón. Alguien se había
tomado el trabajo de sacarlo con todo y mesa de la sala de audiencias del
castillo Darkhen Klar y ahora se hallaba tratando de enfocar la mirada en el
patio interno de la fortaleza frente a un gigantesco Dragón negro y varias
centenas de guerreros cubiertos por armaduras color sable, entre él y el dragón
podía distinguir a un tembloroso Almirante Bocanegra aún cargado de cadenas.
Todo
ese cuadro despertó de golpe a Ironfehr, no tanto por la presencia del
mismísimo Emperador Dragón Overlord como por su apestoso aliento, pero el
despertar no fue lo suficientemente rápido y el poderoso reptil empezó a hacer
preguntas antes de que el obeso coronel pudiera ponerse firme y presentar el
saludo militar.
- Coronel
Ironfher – Rugió la potente voz del dragón negro. – Ayer, un peligroso espía
apodado Doble Garra atacó a Lord Omar Garrick robando su armadura, montura y
documentos, creemos que vino en esta dirección, pero antes de encargarme de eso
quiero que me explique, ¿que lo llevó a poner preso al Almirante Bocanegra?
¿Por qué no se inició el ataque a la ciudad de Lorthath tal y como lo ordené? -
El tono empezaba a hacerse mas amenazador y los gigantescos dientes del reptil
crujieron al chocar entre sí. – Y la pregunta más importante que deseo que
responda es ¿Dónde está la fortaleza del Ígneo Fragor?
Toda la sangre, grasa y fluidos del cuerpo de Hermann
Ironfehr corrió a su cabeza volviendo su tez roja como la piel de un tomate
maduro, levantó la mirada hacia el despejado cielo del amanecer valenthario
buscando en vano la fortaleza volante y una respuesta que darle al dragón que
se disponía a arrancarle la testa de un mordisco, pero sólo una frase acudió a
su mente:
- Este
Warshack es un ladrón consumado. ¿Qué va a decirle al Emperador Overlord cuando
“Doble Garra” se robe la fortaleza? ¿Se la llevó un ladrón? -
El Coronel Hermann Ironfehr no alcanzó a hablar sobre
Warshack al dragón negro, mucho menos a enviarle sus saludos, segundos después
las fauces del reptil devoraron su cabeza.
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