DARKSOLER: UN ARMA DIGNA DE UN REY (PRÓLOGO)

 

PROLOGO

UN ARMA DIGNA DE UN REY


La sabia de la magia fluye en la sangre de cada uno de los hombres, de igual forma se fortalece o se diluye de acuerdo a la intensidad con que se encuentre en cada uno de sus padres formando de esta manera diversos grados de poder, es por esta razón que los magos no deben tener hijos, sobre todo aquellos magos con la habilidad de detectar el talento innato de magia en las otras personas, uno de estos bien podría buscar una pareja cuya sabia fuese especialmente espesa para procrear un hijo poderoso en las artes arcanas, de hecho ocurre con alguna frecuencia. Lo peligroso sucede con los siguientes hijos del mago con la misma pareja, los organismos de estos se fortalecen para reponer la perdida de la esencia mágica en la formación de un nuevo ser y hacen que esta sea cada vez mas espesa, por esta razón el séptimo hijo de un mago suele ser un hechicero nato, es decir que nace con la habilidad de sentir la magia, ver los espíritus, percibir los acontecimientos por venir entre otras.

La gente suele evitar el contacto con los magos a nivel social como un mecanismo de autodefensa para protegerse de estos seres especiales que se formarían de tales uniones, por otra parte si el mago y su pareja son cuidadosos en ocultar sus habilidades y las de sus hijos, no habrá medio de detenerlos, en ese caso puede suceder algo aun peor, el séptimo hijo de un hechicero nato es un Supra Hechicero, de estos han existido muy pocos, la naturaleza es demasiado sabia para permitirlos en abundancia, se habla de ellos durante milenios después de su muerte y sus proezas son escritas en folios interminables, otros ya lo han explicado mejor que yo.

Thonolan era un Supra hechicero, y era uno muy astuto, se había ganado la amistad del rey Ronald durante las guerras de unificación del reino proporcionándole su ayuda como visionario, creador de armas mágicas y portador de consejos oportunos cuando el monarca lo requería. De esta manera pudo evitar las fuertes sospechas y el continuo escrutinio del archiclerigo Rampillón cabeza principal de los paladines de la tormenta, brazo armado de la religión del reino y responsables de la protección del balance universal.

Rampillón sospechaba de Thonolan por una simple causa, sus propias habilidades como mago, a pesar de ser más que sobresalientes, nunca habían estado a la altura de las del consejero real, razón por la cual, el mago debía ser peligroso para el reino.

Fue precisamente durante una noche de consejo real cuando los eventos se desencadenaron hacia su destino…

 

Roland había llamado a Thonolan a su sala del trono, y un heraldo acababa de informar que el consejero del rey se hallaba en la antesala, de inmediato el poderoso monarca hizo un gesto en la enguantada mano que había mantenido unido al reino durante los últimos años y las puertas dobles de acero tachonado se abrieron para dar paso a un hombre maduro, ataviado en una túnica de color carmesí con rebordes negros, los hombros eran fuertes, su cabeza totalmente calva, el rostro lampiño y los ojos mas negros que la noche sin luna, su andar era acompasado por el ritmo que marcaba un báculo de dos metros de alto rematado en una esfera de energía oscura, un hueco a la nada capaz de robar la vida de todo lo que tocara, el bastón del mago era sostenido por su mano derecha.

Thonolan realizó la consabida reverencia de saludo al rey y miro al hombre sentado a lo alto del trono, era viejo, su barba y cabello eran blancos y la hermosura de su rostro ya se había marchitado cuando el rehechicero empezó a servirlo hacia ya veinte años, pero sus brazos y su pecho aun eran tan fuertes como para mantener al margen las pretensiones al trono de los duques de Branstock, quienes aun se empeñaban año tras año durante los meses de calor  en armar caballeros y conseguir mercenarios para levantarse en contra de su soberano.

-       Déjate de formalidades ahora – bramó el rey rompiendo la reverencia de Thonolan – espero gran ayuda de ti esta noche.

-       Servir a mi señor es mí mas grande anhelo – respondió el rehechicero bajando la mirada y esperando entrever en los pliegues de la realidad el motivo del enfado que detectaba en el rey.

-       Te hice llamar por que necesito de tus servicios – le informó Roland bajando la voz y escrutando las sombras de la desierta sala de audiencias a lado y lado del trono de oro y marfil - mis espías me informaron que la corte de acero ha estado contratando magos de la tierra allende los mares, ya han arribado seis, ¿que me asegura que mañana no serán sesenta?

-       He sentido el aumento del caudal mágico en el reino majestad – replico Thonolan formando una sonrisa – y os aseguro que su cuantía no rivaliza con la mía, puedo encontrar y destruir a estos aprendices en menos de un día si lo ordenáis.

-       No se trata de lo que puedes o no hacer, taumaturgo… – dijo el rey entrecerrando los ojos como si le diera vergüenza lo que iba a decir – se trata de lo que no puede hacer tu rey – explicó – me hago viejo, noble Thonolan y mis enemigos poderosos, no tengo hijos varones en quienes apoyarme, mi esposa y mis concubinas solo lograron darme una hija, si no actúo pronto, no quedará reino para ella cuando yo muera.

-       No soy clérigo majestad – aclaró el hombre de la túnica escarlata – es a ellos a quienes compete cuidar de la salud del rey – indicó el mago para aclarar el punto con una sórdida sonrisa.

-       ¡Cállate hechicero! – gritó el rey preso de un súbito ataque de ira – no te he llamado para pedir ayuda en mi desempeño en la cama, para eso ya me basta con los venenos de Rampillón y sus clérigos, a ti te necesito para cosas importantes, para acabar de una vez con la amenaza de los Branstock.

Una mirada de ambición se dibujó en los apagados ojos del monarca y al mismo tiempo el velo secreto de la realidad se abrió para el rehechicero, este pudo ver lo que el rey ambicionaba mas claramente de lo que Roland podía exponerlo con palabras.

-       Quiero para mí un arma – Explicó Roland al mago – una de tal poder mágico que nunca se haya visto en este mundo, quiero que mis enemigos no tengan oportunidad contra ella, que sus magos sean ante mí como niños ante un grupo de ogros furiosos, quiero ser fuerte una vez mas, ser invencible, quiero por ultima vez la gloria de la victoria antes de dejar el mundo para siempre, quiero acabar con las amenazas antes de que mi hija suba al trono.-

-    Puedo daros la gloria que anhelas – respondió Thonolan con una sonrisa en sus labios – pero, aun así, no puedo garantizaros que las amenazas acaben, es bien sabido que cuando una adversidad es superada, el destino ya ha plantado las semillas de otras diez en el camino del hombre, a demás un arma como la que pides tendrá un costo elevado, la magia no es barata – terminó el mago.

-       No os he llamado para regatear contigo como mercaderes de plaza – murmuró el rey en tono adulador al comprender que lo que pedía era posible – te daré libre acceso a las arcas reales, cartas de crédito abiertas a todos los mercaderes de las tierras mas allá de la frontera, mensajeros y correos a tu disposición para agilizar tu trabajo…

-       Se que puedo contar con el dinero necesario majestad – interrumpió el mago algo molesto, él también era rico y no necesitaba del dinero del rey, su solo toque hacia brotar de la tierra las mas hermosas gemas, y se decía que podía sentir la proximidad de los tesoros enterrados o perdidos en el mar – me refería al costo que la naturaleza nos hace pagar, el mundo es sabio majestad e intenta por todos los medios ajustarnos a sus leyes, es por eso que el aprendizaje de la magia es lento – el tono de  Thonolan había cambiado al de un catedrático que le da una clase a un niño – de igual forma cuando los magos imbuimos tanto poder en un objeto, siempre suele atraer calamidades sobre quien lo utiliza, es una forma de compensación, es el pago del que os hablaba, un pago que os aseguro puede ser muy elevado.

-  No me hables de calamidades Thonolan – replicó el Rey sintiendo que sus esperanzas de un ultimo momento de éxito y gloria antes de que su vida se sumiera en el abismo de la vejez, se alejaban de forma inexorable. – calamidades son las que vendrán después de mí, si no logro acabar durante mi vida con la amenaza de los duques de Branstock, mi hija será traicionada por los nobles, ellos siguen a una figura fuerte y ella no lo es, mi casa verá su fin con mi muerte.

El corazón del poderoso rehechicero se sintió conmovido con estas palabras, y ante la figura del anciano al que había admirado tantos años y a quien había jurado fidelidad hizo el firme propósito de fabricar el arma más poderosa jamás creada, una ante la que los enemigos no tuvieran la mínima oportunidad. Se olvidó del costo que cobraría el destino y desdeñó la cuenta que podría presentarle la sabia naturaleza, lo que empezó como el pensamiento de un alma solidaria con su amigo anciano, también inflamó su orgullo, su mente de genio mostró nuevos caminos por recorrer y su ego sugirió ignorar los límites y barreras impuestas por individuos inferiores a él en talento y poder, al fin y al cabo Thonolan también buscaba el reconocimiento que merece la grandeza, y esta búsqueda fue tan grande que veló su mirada a los acontecimientos que sucedían en torno a él.

- lo haré mi señor – fueron las palabras firmes que abandonaron la boca del mago – podéis contar con eso, no habrá poder que iguale a mi creación. – dijo mientras se retiraba satisfecho de cuan fácil era hacer feliz a un buen amigo.

Si el rey no hubiera sido tan viejo, habría visto la rata que se escurría tras los cortinajes del salón de audiencias, y si Thonolan no hubiera estado tan entusiasmado ante la idea de crear su obra cumbre, habría detectado el aura de maldad que rodeaba al roedor destinado a espiar su conversación con el gobernante, pero al parecer el destino jugaba sus cartas y pareciera que la misma naturaleza, empezará desde ya a cobrar su inevitable compensación, además ya hemos visto que nadie es infalible.

La rata recorrió el mismo trayecto que utilizó para entrar, pegada al muro tras los pesados cortinajes de la sala de audiencias hasta la puerta de servicio de los escoltas del rey, cruzó bajo la puerta comprimiendo cuanto pudo su cuerpo, caminó por oscuros pasillos hasta llegar a un pesado armario que contenía cantidades incontables de manteles y servilletas de tela con el emblema real, tras el armario encontró el agujero que ella misma había echo años antes de que le fuera proporcionada una conciencia por medio de la magia. Se internó en el agujero y recorrió la ruta que le pareció mas corta para llegar a la apartada torre donde la esperaban. La habitación estaba decorada con diversos símbolos clericales, por un lado había un escudo con el dibujo de un rayo explotando contra el suelo, por otro había una gaviota con las alas extendidas hecha en bronce, la rata ignoró el decorado, atravesó la amplia cama de colchón de plumas por debajo, y se dirigió hacia el pequeño altar del fondo de la habitación, allí, recostado en un sillón de alto respaldar, encontró a quien lo llamaba con la voz de la mente.

El individuo que la esperaba la recogió del suelo con la delicadeza que un padre utilizaría con su hija recién nacida, era un individuo de cabellos largos, ensortijados y oscuros, la barba era corta y bien cuidada, el cuerpo era delgado, elástico y peligroso como un látigo de cuero seco, y la mirada era la de esos sujetos acostumbrados a pensar todo el tiempo en como obtener para si mismos la mejor parte de todo lo que esté a su alrededor, sin importarle si está o no en división.

-       lo hiciste bien mi pequeña Fiki – susurró a la rata el hombre de negra barba – ahora cuéntame, ¿de que hablaron el anciano y el mago?

Una voz demasiado aguda para ser natural brotó de la garganta de la rata  reproduciendo palabra por palabra la conversación sostenida entre el monarca y el rehechicero, a medida que el roedor reproducía lo escuchado, esta se agitaba en las firmes manos que lo sostenían, cuando hubo terminado sus ojos brillaron con una rojiza energía.

-       ¿Lo he hecho bien, amo Rampillón? – preguntó el roedor al sujeto de barba oscura - ¿se siente satisfecho con la pequeña Fiki?

-       Lo has hecho todo a la perfección – respondió el archiclérigo acariciando el lomo del roedor – te daré el premio que te prometí – agregó mientras introducía la rata a una jaula que pendía sobre el altar, el morador de esta, un hermoso canario amarillo revoloteó por unos segundos hasta que Fiki clavó sus dientes en el, la sangre goteó hasta el altar.

Rampillón se dirigió con pasos cortos hasta la ventana de la torre, la abrió y observó la negra noche que se había formado mientras el esperaba a su espía, meditó durante unos segundos, mientras la energía mágica se extendía en todas direcciones a partir de el,  murmuró en voz baja unas palabras para completar el conjuro.

-       Clahmathumre nihgrit avis – su mirada buscó en el oscuro cielo hasta que divisó a un cuervo de sombrío plumaje y largo pico, entonces extendió el brazo y el cuervo se posó en el.

-       mi querido Yiak – saludó el clérigo al cuervo – debes volar sobre las montañas hasta el castillo entre las rocas, allí  contaras lo que voy a relatarte a quien te invoque.

El archiclérigo del reino de Valentharia, el encargado de velar por la seguridad de la nación incluso mas allá del plano físico, procedió a relatar al cuervo la conversación que había escuchado de una rata. Una vez que hubo acabado, el ave emprendió vuelo, su plumaje lo confundió con la noche misma, atravesó los fértiles valles de los territorios centrales y una hora antes del amanecer sintió el llamado mágico que realizaban seis magos jóvenes en la terraza de una imponente fortaleza sobre las montañas rocosas del oeste.

Cuando el sol del amanecer golpeo las almenas del castillo Branstock, Yiak ya había cumplido su misión.

 

Los días del otoño se encadenaron unos a otros creando una rápida cascada que los convirtió en invierno, durante ese tiempo Thonolan se dedicó exclusivamente a su nuevo proyecto; delegó a sus ayudantes, todos ellos magos expertos pues no aceptaba aprendices, las tareas rutinarias, mientras el investigaba cual sería el mejor metal para imbuirlo de propiedades mágicas, donde podría hallar al mejor forjador de hojas del mundo, cuales eran las funciones que mas útiles podían ser a un guerrero en combate, y un sin fin de interrogantes mas. Durante todo este tiempo los ojos de Rampillón descansaron de su vigilancia mágica, pues un hombre astuto como el archiclérigo sabía que cuando una persona se encuentra realizando una labor que lo emociona hasta tal punto, ella sola da a conocer sus avances o frustraciones con los cambios de su actitud, es el mismo comportamiento que tienen los adolescentes ante su primer amor.

Thonolan hizo avances sorprendentes, gastó noches enteras en su laboratorio y mando a hacer una forja en el patio de su casa, consiguió que Ulm, el maestro herrero se uniera al proyecto para las labores netamente físicas e investigo los mas oscuros conjuros arcanos, pues para nadie es secreto que la magia maligna es la mas poderosa si lo que se busca es la destrucción.

Rampillón por su parte no se mantuvo ocioso, investigó a su vez todo lo que pudo para encontrar la forma de contrarrestar el arma que creaba Thonolan, pronto descubrió que se enfrentaba a un genio muy superior a el en asuntos místicos, y decidió que la única forma en que el arma del rehechicero tendría un punto débil, era si el mismo archiclérigo se lo hacia, esa misma noche, la oportunidad brilló en el cielo.


El caballo se encabritó en cuanto olió el humo que se desprendía del cráter, pero Rampillón había pasado muchas horas de su juventud entrenando junto a los paladines de la tormenta como para tener dificultades en dominar a un animal, se aferró a las riendas, tiro de ellas hacia atrás y hacia abajo y cerró sus muslos con firmeza en los flancos del animal hasta que este se calmó, entonces descendió hasta el oscuro y humeante agujero que había provocado el pequeño meteoro al chocar contra el suelo, tomó una fuerte bocanada de aire fresco y observo los árboles chamuscados de las cercanías antes de fijar su mirada en la incandescente esfera de metal ardiente que reposaba a mas de media docena de pasos del sitio hasta donde el calor le permitía avanzar. 

-       pero que suerte tengo – murmuro para si mismo el archiclérigo – toda una muestra de piedra estelar pura, solo para mi.

Rampillón extendió sus brazos hacia el meteoro, evocó en su mente el conjuro deseado y dijo con voz firme:

-       conghellare radius potherephothes – al instante, un chorro de luz blanca brotó de sus manos bañando el meteoro con fría escarcha que creó una nube de vapor antes de cubrirlo de una ligera capa de nieve.

Una hora mas tarde, un grupo de clérigos encapuchados llegó para cargar la fría roca y llevarla en secreto al laboratorio del archiclérigo, pero para cuando eso ocurrió, Rampillón ya había tomado una pequeña muestra del celestial objeto y la había pulverizado convirtiéndola en fino polvillo, la muestra principal era importante, pues sería la base de su propia arma final, la que destruiría a Thonolan, pero la muestra pequeña se convertiría en la llave que abriría la fortaleza del Rehechicero.

 

El día de la forja se sentía una gran agitación en la casa del rehechicero, los magos a su servicio se encargaban de todas las disposiciones necesarias para el complejo proceso que pretendía hacer, Ulm el maestro Herrero, un hombre cuyos brazos podían arrancar de cuajo los miembros de un caballo, se dedicaba a inspeccionar el yunque y las herramientas nunca antes usadas que se encontraban a su disposición para su parte de la tarea. Thonolan se encontraba meditando en la gran sala de la magia desde hacía seis horas, concentrando y canalizando todas sus energías para la labor por venir. Tal vez por eso nadie notó la rata que se escurrió hasta el molde dispuesto para la forja, un sencillo agujero con forma redonda en un grueso tronco de roble antiguo, y mucho menos se dieron cuenta que la rata desgarraba con sus dientes la bolsa de cuero que pendía de su cuello, esparciendo con cuidado un fino polvo estelar en lo que horas mas tarde sería el molde de creación de uno de los diez objetos mas peligrosos de todos los universos. Fiki termino su tarea y se marchó teniendo mucho cuidado de llevarse la bolsa consigo, tal y como le había ordenado su amo, de lo contrario no habría canario para la cena.

Esa noche la forja ardió como si el mismísimo infierno se encontrara en ella, y tal vez era así en parte, por que Thonolan había conjurado varios elementales de fuego para que lo ayudaran a calentar el metal, aun así, Ulm se vio obligado a golpear una y otra vez durante casi doce horas antes de que el poderoso martillo del herrero hiciera las primeras marcas en el metal, solo entonces el rehechicero empezó a entonar cántico tras cántico para imbuir el metal con las distintas propiedades mágicas, el proceso tardó dos días.

-  Despertad maestro, debéis beber algo – dijo Talstalion suavemente, mientras despejaba la frente de Thonolan de las perladas gotas de sudor que la cubrían – el esfuerzo ha sido muy grande, tenéis fiebre-

-       Basta Talstalion – dijo el rehechicero retirando la mano del mejor de sus ayudantes de su frente, hizo un esfuerzo por incorporarse y su cuerpo se quejó con dolores en varias partes – ¿hace cuanto que duermo? –

-       Has dormido por tres días maestro – respondió aquel joven de cabellera dorada que destacaba como el líder entre los magos que trabajaban para Thonolan.

El rehechicero se levantó presuroso, no se percató de la fuerte barba que empezaba a cubrir su rostro, hizo un gesto con su mano y su báculo voló a el, entonces bajo presuroso las escaleras de su casa hasta el frío sótano que había servido para su tarea de días atrás, abrió la pesada puerta de hierro forjado con un ademán y un pensamiento, y se precipitó hasta el molde que descansaba en el centro de la sala. Allí había una esfera de metal, del tamaño del puño de un hombre adulto, y con un color rojo oscuro, que de no ser por brillos ocasionales, podía ser similar al de la sangre.

Thonolan alzó sus ojos y las antorchas de luz permanente que rodeaban la habitación aumentaron la intensidad de sus flamas, el rehechicero se sentía casi extasiado. Como por instinto miró sobre sus hombros y vio al joven mago que minutos antes le despertara, observándole semioculto desde el marco de la puerta.

-       Ven Talstalion, no temas – dijo Thonolan, quien se hallaba de mejor humor que nunca – quiero que conozcas a alguien –

-       ¿A alguien, maestro? – preguntó Talstalion, no porque desconociera que algunos objetos mágicos pueden tener vida y personalidad propia, sino para tantear la cordura de su maestro, de la cual dudaba en ese momento. – pero si nadie ha entrado aquí desde hace tres días – agregó dando varios pasos en dirección al poderoso rehechicero.

-       no juegues conmigo Talstalion, puedo leer tus intenciones tan bien como tu mismo – respondió Thonolan dando una gran muestra de paciencia, en situaciones normales habría castigado a cualquiera de sus ayudantes que hubiera dudado de su cordura obligándolo a transcribir libros de hechizos durante tres años. – a demás, hoy es una fecha especial – dijo levantando la esfera en sus manos – esta es Infernia , el arma definitiva –

-       de momento solo parece una esfera de raro metal, mi señor ¿que se supone que hace? – alegó Talstalion, probando una vez mas su suerte.

-       Eso es por que yo no soy un guerrero, pero a un solo pensamiento…- la esfera se estiró en menos de un segundo y tomó la forma de una lanza, para luego reducirse y ancharse hasta crear una espada curva y después volver a su forma original – Infernia se ajusta a la preferencia de su portador – explicó Thonolan

-       ¿puedo tomarla? – preguntó el joven mago alargando su mano en pos de la esfera.

-       ¡NO! – gritó Thonolan alejando el metálico objeto con un gesto de su cuerpo del brazo del muchacho – escuchadme bien Talstalion, solo yo puedo tocar este objeto, y una vez en manos del rey, ni siquiera yo podré hacerlo. Esta arma se alimenta de magia y almas, y tu tienes ambas cosas, es un ser  vivo, voraz y muy peligroso, fue diseñado para destruir magos, nadie debe tocarlo jamás, era la única manera en que podía asegurarme de que no sería robado.

-       Pero señor ¿hay protecciones mágicas para…? – empezó a interrogar Talstalion.

-       No sirven – interrumpió Thonolan – las devorará o las guardará para que las use su portador, al igual que la fuerza, vida y conjuros que usen en su contra. Es por eso que nadie debe acercarse a ella.

-       ¿Qué sucederá con un objeto tan peligroso cuando el rey muera? – cuestionó el joven mago a su maestro.

La frente del rehechicero se arrugó momentáneamente, Talstalion no había destacado entre sus ayudantes por sus habilidades como mago, los había mejores, pero tenía fama de sabio entre sus compañeros, parecía ser un gran consejero y un buen visionario del peligro, en un segundo había logrado llamar la atención de Thonolan sobre un punto en particular que había pasado por alto.

El rehechicero no perdió tiempo, tomó la esfera de metal de color escarlata oscuro entre sus brazos y se dirigió a pasos rápidos hasta su cámara de contemplación sin dar respuesta a la pregunta de su ayudante, en ese sitio podría maximizar sus poderes para ver el porvenir,  y de esa forma sabría con exactitud lo que sucedería con su creación una vez que el viejo rey Roland ya no gobernara Valentharia.

-       Déjame las preocupaciones a mí, tu sal y da un paseo para que despejes la cabeza de tantas dudas – gritó desde las escaleras que lo llevarían al ultimo cuarto de la casa, mientras pensaba que así no tendría que preocuparse del curioso ayudante por unas horas.

La cámara de contemplación era una amplia habitación sin ventanas, cuyas paredes formaban un círculo, estaba rematada con un techo de cristal. Thonolan se sentó en el centro de la habitación, directamente sobre el frío suelo, pues ningún mueble turbaba la perfección del lugar, cerró sus ojos y liberó su mente para que los ojos de su alma penetraran mas allá del velo del tiempo.

Las imágenes llegaron al rehechicero en rápida sucesión, en un principio eran destellos luminosos difíciles de distinguir unos de otros, pero Thonolan no era un novato en las artes de la adivinación, y sin mucho esfuerzo logró controlarlas para aclarar su contenido. Podía ver al rey Roland, era de nuevo fuerte y ágil, veía como el monarca, ataviado en armadura de guerra luchaba contra los duques de Branstock, y como los mataba uno a uno, el reino prosperaba, las imágenes con campos sembrados de grano dieron paso a las de la armada del rey avanzando contra las naciones vecinas, y en todas, el rey Roland encabezaba la marcha con una larga espada color rojo sangre en su diestra, la turbación que sentía le impidió al mago contar los reinos que vio arder bajo las huestes de Valentharia, luego, la visión de un combate lo aterró aun mas, Roland era rodeado por cientos de arqueros que disparaban sus saetas sin misericordia, el cuerpo del rey quedaba irreconocible, la lucha entre los guerreros de todo el orbe por apoderarse de su espada no parecía tener fin, a donde enfocara su mente, Thonolan percibía dolor, sufrimiento y muerte. Era tal la imagen de dolor y destrucción que solo supo que los gritos provenían de su casa cuando la puerta de su cámara de contemplación saltó fuera del marco.

En la entrada de la puerta estaba un hombre alto y delgado, vestía con una túnica negra y sandalias de cuero, un cinturón del mismo material marcaba su cintura, era obvio que se trataba de un mago, y las palabras que salían de su boca debían ser la invocación de un peligroso conjuro, así que Thonolan no perdió el tiempo, con un gesto de sus manos y una mirada convirtió el oxigeno dentro de los pulmones de su asaltante en fuego, y vio como se derrumbaba abrasado por las llamas mientras escuchaba el alboroto que reinaba en su hogar. Los gritos de personas heridas y agonizantes llegaban hasta el con claridad, de vez en cuando una explosión o algunas frases arcanas se mezclaban con el barullo para patentizar que en la refriega había fuerzas mágicas involucradas.

El rehechicero vio con tentación la esfera de metal en sus manos, pero recordó el trágico final del rey en sus visiones, lo que hizo que tomara una decisión. Entonó un oscuro canto corto que hizo salir del suelo un muro de roca en el lugar donde segundos antes estaba la puerta.

-       Toda batalla se gana o se pierde por información – repitió para si mismo la lección que tantas veces recitó a Roland en el campo de batalla, al tiempo que enviaba su mente tras los velos del pasado, de esta manera sabría quien lo atacaba en su hogar, sus intenciones y la fuerza y numero de su atacante.

La visión le heló la sangre, podía distinguir al archiclérigo junto a un grupo de magos, estaban en una cueva, formando un círculo en torno a una maza de batalla hecha de piedra negra que se encontraba sobre un altar, lanzaban, uno tras otro una sucesión de conjuros contra el arma con el fin de encantarla. Entonces escucho la voz de Rampillón:

-       Eres polvo estelar en su mas pura esencia, y a tu presencia todo lo que contenga la sustancia que te compone, perderá su poder… – el clérigo sostenía sus brazos en alto mientras realizaba el soberano esfuerzo por lanzar el ultimo encantamiento.

La imagen cambió ante los ojos del mago y lo envió a su misma casa cinco días antes, a la habitación preparada como forja, solo para ser testigo de una rata que vertía polvo estelar en el molde que tenía preparado para su máxima creación y desaparecer sin dejar rastro algunos instantes mas tarde.

 Luego la visión le mostró a un grupo de hombres jóvenes y fuertes vestidos con finas armaduras de combate acechar a las afueras de su casa, el rehechicero contó a doce de estos guerreros, entre los cuales pudo reconocer a los cuatro duques de Branstock, instantes después vio a un grupo de magos acompañados del archiclérigo Rampillón unirse a los guerreros, los fríos nervios de Thonolan se tensaron cuando el clérigo entregó la maza de piedra que traía al mayor de los duques.

El estruendo casi destrozó el muro de roca, y al mismo tiempo trajo al mago a la realidad, debía actuar rápido, sabía que sus posibilidades contra una veintena de hombres, todos ellos avezados luchadores, eran muy limitadas, pero las consecuencias de lo que podía ocurrir si se hacían con el arma lo aterraban aun más, fue entonces cuando empezó a formarse una idea en su mente.

Thonolan chasqueó los dedos de su mano derecha y el báculo que se apoyaba contra la pared saltó a su brazo, lo levantó sobre su cabeza, lo sujetó con ambas manos y dijo:

-       Eroetgho clhamahreh morst,  ordihnarte venhireth et obohediret – el sudor brilló sobre la frente del rehechicero, él, que normalmente no necesitaba de palabras para realizar un conjuro, se había visto obligado a realizar sin previa preparación, uno que era peligroso bajo las más controladas situaciones. 

Un extraño remolino de negrura y maldad empezó a formarse al extremo de la habitación, Thonolan lo observó con temor, pero mas lo alarmo el descubrir que el muro de roca que cerraba la entrada a la habitación, empezaba a agrietarse. El remolino creció en tamaño hasta alcanzar las dimensiones de la entrada a un templo, entonces emergió de su negrura una esquelética figura cubierta por harapos, en su mano empuñaba una guadaña de dos metros de largo, y donde debían estar sus ojos, brillaban dos luminosas esferas rojas de crueldad pura. El esqueleto esgrimió la guadaña contra el mago al tiempo que este terminó su encanto:

-       Eroetgho ordihnarte morst, guhardat  horum – todo el poder del rehechicero se volcó en esas últimas palabras, y aun así el esqueleto alzó su arma una vez más, pero Thonolan tuvo fuerzas para repetir – ¡obohediret!, ¡obohediret! –

El esqueleto bajó su guadaña y con una voz cavernosa, salida de aquella boca sin carne ni lengua le reclamó al mago:

-       No tengo por que obedecerte, mortal. Yo estoy por encima de tu poder, quieres que cubra tus errores y no lo haré, si ya creaste esa arma, escoge a quien deba portarla.–

Una multitud de pequeños puntos luminosos llenó la habitación de la contemplación, casi parecía una ilusoria representación de la galaxia, en ese momento un puñado de piedras se desprendió del lado interno del muro de piedra.

-      Se te acaba el tiempo, mortal – rugió el esqueleto – estas son las almas de todos los seres de este mundo, actuales y por nacer, escoge uno y le entregaré tu encargo si tiene el valor de ir por el –

Thonolan se sentía acorralado en un callejón sin salida, la presión de una elección al azar lo agobiaba, pero presión es lo que convierte el carbón en diamantes, y es peligroso presionar a un rehechicero, la misma naturaleza que nos protege contra ellos, también les dio poderosas facultades que salen a flote en los momentos difíciles.

El velo de la realidad se rasgó para la mente de Thonolan, y uno de los puntos luminosos brilló para él de modo distinto.

-       Elijo a este – dijo el rehechicero tocando el pequeño punto luminoso, y al instante todos desaparecieron.

-       Haz echo tu elección, mortal; ahora dadme mi encargo y me dedicare a esperar por ti y por tu elegido… – fue la respuesta de la muerte

El mago sonrió ligeramente, posó su mano izquierda sobre su pecho y sostuvo la esfera de metal rojo con la derecha, pronunció unas breves palabras en un murmullo y luego entregó su más grande creación a la ineludible.

-       te veré pronto… – fue la despedida de la esquelética figura

-       tal vez… – respondió Thonolan

Si la muerte llevara carne sobre su rostro, se habría visto una expresión de incertidumbre en ella mientras entraba al túnel de negrura que se cerró a su espalda, llevaba en una de sus huesudas manos una esfera de metal del tamaño del puño de un hombre, de color rojo oscuro.

El muro de roca cedió, y tras el, un cerrado grupo de cuatro hombres esperaba portando sangrantes armas en sus manos, Thonolan atacó con su báculo al primero de los magos que intentaba entrar a su cámara, la esfera de energía negra lo alcanzó de lleno en el pecho, el joven mago no estaba preparado para un ataque físico, al instante su cuerpo se consumió en pequeños haces de luz.

El rehechicero retrocedió al fondo de la habitación buscando espacio para maniobrar su arma, dos guerreros entraron a la cámara seguidos por el archiclérigo, ambos llevaban las espadas desnudas y cubiertas de sangre, pero lo que lo inquietó fue la imagen de la maza de piedra que portaba el supremo sacerdote. El mayor de los guerreros atacó al rehechicero con un tajo de costado que buscaba abrirle el vientre, pero el mago bloqueó hábilmente con el cuerpo del báculo sin perder de vista al resto de sus atacantes, en ese momento el otro espadachín vio un hueco en su defensa y se lanzó a fondo atravesando el corazón de Thonolan, el cuerpo del mago cayo al suelo entre estertores mortales.

-       Que has hecho, imbécil  - bramó Rampillón – lo quería vivo para interrogarle –

-  Esta mejor muerto, era demasiado peligroso, ni siquiera tu habrías podido controlarlo – respondió el joven guerrero con aire de desdén hacia el clérigo.

-       Cuida tu boca muchacho, no sabes de lo que soy capaz – amenazó el clérigo.

-       Será mejor que empieces a mostrar respeto – alegó el guerrero apretando el puño que sostenía la larga espada. – no solo soy Hugo Branstock, portador de sangre noble, además acabo de matar a un peligroso hechicero –

-       Así es clérigo – apoyó el mayor de los guerreros - ya sabes tu de lo que somos capaces, será mejor que te disculpes con mi hermano.-

La aseveración del joven alejó la ira de la mente de Rampillón, llevándola hacia algo que había pasado por alto.

-     Fue demasiado fácil. – dijo al tiempo que se inclinaba sobre el cadáver de quien fuera el mas poderoso mago del reino. – Tal vez se trata de alguno de sus trucos – murmuró en voz baja el clérigo para si mismo.

-   Te lo advierto Rampillón, no me ignores de esta manera, estoy esperando tus excusas – gruño el joven guerrero al alto sacerdote que le daba la espalda y quien respondió sin mirarlo con un gesto de su mano que intentaba obtener el silencio necesario para que germinara la idea que empezaba a brotar de su mente.

La ira se inflamó en el pecho de Hugo Branstock, un noble no podía ser ignorado de esta manera, por nadie. Antes de saber lo que hacia, ya había levantado su espada y la había clavado en el cuello del archiclérigo Rampillón, era un golpe mortal para cualquiera, la hoja de nueve centímetros de ancho entró por la nuca del sacerdote y salió por su cuello de la misma forma como si se hubiese tratado de una ejecución sumaria, la muerte fue instantánea.

La historia diría después que tanto Thonolan como Rampillón murieron luchando hombro a hombro contra los poderosos asesinos enviados por los duques de Branstock, el eco de esta historia alimentó los corazones de los paladines de la tormenta, que ignorantes de la traición de su líder, lucharon contra los desleales nobles con furia sin igual, matando a casi todos los orgullosos duques y obligando al menor de ellos a huir entre la niebla de la madrugada en un barco de guerra con banderas extranjeras, partió rumbo al este y desapareció, la única persona que lo vio aseguró que llevaba consigo una oscura maza de roca estelar colgada del cinturón de su armadura, pero ¿quien puede creer todo lo que dice un joven mago que paseaba mientras la casa de su maestro era atacada por fuerzas oscuras?

El reinado de Roland no estuvo marcado por la paz y la tranquilidad como el deseaba, aun así consiguió vencer a sus enemigos, obtener la gloria que ansiaba y morir en paz, el pueblo lo recordó siempre con ternura, y cuando la princesa Eleonor se convirtió en reina y nombro como principal consejero al sabio Talstalion varios años después, la gente habló de romance y soñó con herederos que nunca llegaron, eso los hizo felices por un tiempo, y les dio la fe necesaria para confiar en un trono moribundo.

La profecía salió después, al principio fueron cuentos de viejas chismosas, luego búsquedas idílicas de aventureros que, en los mejores casos no llevaron a nada, en los otros, a la muerte segura, algunas veces en el sentido literal de la oración. Al final se convirtió en canción de juego de los niños y por ultimo fue olvidada o ignorada. Nadie supo nunca quien escribió su texto, por que nadie pudo ver al visionario reclinado sobre el escritorio en la oscura noche en que su maestro murió.


En su sitio de reposo,

Mas allá de las puertas de este mundo,

La que devora vida y magia espera al de su elección…

 

Sobre su cabeza flota una cita,

Que deberá cumplir dos veces,

Y su anfitriona es la inaplazable.

 

Ella espera a

Un guerrero, un extranjero,

Un hombre sin ley,

Y tal vez, solo tal vez, un rey.



 

 

 

 

 

 

 

 

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